Opinión

Señoras "de armas tomar"

No recuerdo haber oído más veces hablar de sexagenarios que cuando doña Esperanza Aguirre, refiriendo su edad y actividades, mostraba esa arrogancia propia de las señoras de rancio abolengo, ese discurso tan notabilísimo y suficiente, antes predicado, entre otros, por el Aznarísimo –me apropio de la creación de Wyoming– al alardear de conducir su bólido después de haberse tomado unas copitas. “A ver quién es el guapo, que osa decirme algo”, probablemente pensaría mientras elevaba el bigote con la distinción de la que ha sido imbuido, mostrando esa “sonrisa franca” que todo lo puede. ¡Genio y figura! 

Lo mismo, o parecido, debió pensar la ex regidora de la Comunidad de Madrid cuando se emperejiló (Perejil, otra concomitancia) en dirigirse a su casa perseguida por los municipales tras asaltar, como Aznar el peñón,  el carril bus para ir al cajero. ¿Acaso no es ella, sexagenaria o no, merecedora de aparcar su coche donde le venga en gana? ¡Hasta ahí podíamos llegar!.

Pero es que, amigos, la turba está envalentonada y anda cacareando sin descanso que todos somos iguales. ¡Menuda chochez, y qué poca memoria!, como si hubiésemos olvidado el linaje de la distinguida dama, y su donaire marcándose un chotis en la Pradera de San Isidro, desafiando  con un ojo a la prensa progre y, con el otro, alertando de la distancia que todavía les queda a los innobles para alcanzar su excelsa gallardía. 

Dicen que ahora van a imputarla por asuntos de corruptelas, como a una más, en un intento – y van unos cuantos –, por desprestigiarla. Pero, ¡caramba!, ¿es que todavía no tiene suficiente esa gleba disconforme con ver a Rato en el trullo? Pero, no caerá esa breva, porque una señora fina no puede ir a Yeserías, o como carajo se llame ahora a esos lugares en donde recogen a las perdidas.

Sea como fuere, nunca se va a contentar a esa masa amorfa  siempre insatisfecha. Además, a la buena señora ya le ha salido un vástago, o vástaga, que fulmina y amedrenta con una mirada fugaz de sus punzantes ojos, un gallo de pelea que no se amedrenta ante nadie, con un verbo suficiente que recuerda lo poco que algunos aprendieron sobre lengua en los colegios públicos.

Cabe recordar a Cayetana Álvarez de Toledo accediendo a la Universidad de Barcelona, a codazos entre los salvajes que pretendían aguarle la fiesta, mostrando después el signo de la victoria. ¡Menudos ovarios! Además, es de sangre azul, y ha puesto en su sitio a los izquierdosos y radicales comunistas de este país, esos que son franquistas porque se pasan el día hablando de Franco, como si no hubiera otra realidad. 

¿Acaso se creían que derribando a Aguirre estaba ganada la guerra? 

¡Qué ingenuidad!

Comentarios