Opinión

Orden, Seguridad y Policía

(c) Foto JMM - SAM 3374
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Toda sociedad o entidad sociopolítica, sea de tipo prehistórico, primitivo, antigua, medieval, moderna o contemporánea necesita un orden social para existir.

El orden social, entre individuos y colectivos, ha sido a lo largo de los siglos y milenios, según civilizaciones y culturas, una necesidad imperiosa, porque sin orden y sin orden social, lo más legal posible, lo más moral posible, los humanos caen o están propensos o parte de los individuos a caer en una especie de anomia y anarquía moral y legal y de inseguridad…

Sin seguridad y orden no hay paz social, y, por tanto, ni individuos, ni colectivos, ni sociedades pueden existir y vivir y ser y estar y progresar… -las películas del Oeste, lo especifican y ejemplarizan claramente-.

Disponemos de datos suficientes de la “policía” en tiempos de Roma o en tiempos del Antiguo Egipto, diríamos también de las normas hebraicas del Antiguo Testamento y sus sanciones y quién postulaba sus castigos. No existe sociedad, no puede existir, ni siquiera en grupos pequeños, que pueda continuar existiendo sin unas leyes morales, sin unas leyes legales, sin una entidad que haga cumplir ese orden y legalidad y moralidad, y, un ente sancionador-juzgador. Por supuesto a lo largo de siglos y milenios de evolución ha ido cambiando…

Se indica que el submarino nuclear, es el artilugio o artefacto o la tecnología que hoy disponen los seres humanos, que “más ciencia y conocimiento lleva inserto en sus miles de piezas que lo forman y conforman”.

El artefacto de la sociedad o de la sociedad-política, formado por millones de individuos, actualmente, y, por cientos y miles de variables, sería imposible que funcionase y que tuviese un mínimo de coherencia si no existiese un orden social, en el cual, la Policía es el garante de la legalidad, y, la legalidad, en gran parte, es el garante de la moralidad, y, con ambas realidades los individuos, los entes sociales, los diversos colectivos, permiten que sigamos existiendo y viviendo…

Vivimos en sociedades, que podemos denominar paradójicas, por un lado, son enormemente complejas, por otro lado, son enormemente simples y simplificadas. Los individuos son y somos, un enorme volcán interior, de cosas buenas y de cosas menos buenas o indiferentes y de cosas malas.

Cada persona desde la mañana hasta la noche, tiene que luchar con su interior y desde su interior, para seguir las normas morales universales o mínimas, lo que Hans Küng postularía como la búsqueda de una moral universal mínima, y, tiene que luchar con y en su interior para seguir normas legales aprobadas por la sociedad-Estado, y, esa lucha es eterna.

Esa agonía-lucha-dialéctica, reinterpretando a Unamuno, es una lucha interior constante, entre el bien y el no-bien y el mal. Y esto es una realidad existente, una lucha real, no imaginaria –cada persona tiene que esforzarse cada día, para seguir la moralidad mínima, la legalidad-moralidad legislada...-.

No es un cuento de niños y niñas, sino una realidad, es una pelea que cada persona e individuo tiene que luchar consigo mismo. Cuándo, una persona se crea una fractura interior-exterior en ella, y, no cumple o incumple una norma moral-legal, las sociedades, todas han inventado para y por el orden social, para defensa de los individuos, unas leyes sociales legales, una autoridad que defiende esas leyes o normas, y, unos entes que hacen cumplir esas normas…

Normas, entes policiales o de seguridad, tengan el nombre que tengan según época, y entes jurídicos sancionador, son, diríamos tres capas o sedimentos para el orden social…

Un tema que desvía de la realidad de esta problemática, es aquel que algunos indican, que ciertas normas morales universales, pueden ser que los sistemas jurídicos no las contemplen, o las interpreten, a un nivel muy laxo. Otra cuestión, es que ciertas normas jurídicas, puedan ser, por colectivos o entidades, interpretadas que aunque estén aprobadas legalmente, no sean correctas moral o religiosa o espiritualmente…

Pero no debemos olvidar, que las sociedades actuales, están conformadas por millones de personas, por cientos de entes sociales de diverso tipo, y, por varias decenas de grandes ideologías o sistemas filosóficos y religiosos. Con lo cual, es imposible, que una norma equis, todos los individuos, colectivos, entes sociales e ideológicos, se pongan de acuerdo.

De ahí, la enorme necesidad, de un “acuerdo o consenso mínimo” que se consigue con la ley jurídica, y, la ley jurídica, para que sea efectiva, tienen que ser defendida, no solo por toda la sociedad, sino por un cuerpo específico, al que denominamos policía y Policía.

No somos conscientes de la necesidad imperiosa y el bien social que la Policía realiza y construye. Sin entrar que puedan disponer de deficiencias y que puedan existir individuos, como en todos los oficios, no sean lo honorable que tengan que ser –pero, incluso para eso, la misma legalidad lo intenta atajar, la misma Policía se autocontrola-.

Se cuenta, para terminar, una escena, que cada vez, que la recuerdo, el vello del cuerpo se me trenza en árboles como púas. Viene a decir, se cuenta y se narra, que una “mujer judía con un niño pequeño en brazos, caminaba por una calle y acera de una ciudad de Centroeuropa, y que alguien se le acercó, le cogió al niño y le destrozó el cráneo con una farola” –no expondré más datos, pero en aquella situación de los años de 1940, es plausible-.

Como es obvio y evidente, la madre y mujer empezó a gritar como algo más que loca… El susodicho individuo con uniforme, -porque no merece el nombre de persona humana-, se supone acompañado de otros, se marchó y dejó allí, el cadáver destrozado de un niño inocente, y, de una madre, que no sabemos como terminaría su vida y su existencia, pero desde luego, posiblemente, fue un ser humano, que jamás se recuperaría…

Es obvio y evidente, la lección, ese suceso pudo suceder, en un clima de no orden social, de no seguir unos principios legales y morales de moral natural universal mínima, de no seguridad cívica suficiente, de anarquía legal y de anarquía moral, y, de no existir en ese momento y lugar y circunstancias una Policía, en sentido estricto.

Con una Policía que sigue la legalidad vigente, y, a su vez, esa legalidad sigue la moralidad mínima universal natural, que ahora llamamos Derechos Humanos, miles de hechos y de actos vandálicos, inmorales, ilegales, injusticias e iniquidades se evitan. Ahora que se va a cumplir los dos siglos, de la creación del concepto “de policía moderna en España”, por Fernando VII, del que tanto se critica, esta medida o norma, casi nadie lo recuerda.

No olvide que usted, camina más tranquilo por la calle, porque existe el enorme “submarino social formado por cientos de piezas”, pero también, porque existe una Policía y una Policía Constitucional basada en los Derechos Humanos…

¡En este país que no somos generosos, con el churrero que está sudando haciendo churros, con el cirujano que atraviesa las carnes para curar una enfermedad, tenemos que ser más generosos con miles de personas, que denominamos policías y Policía que guardan el orden social, para que usted y yo y su vecina del décimo, puedan caminar por la calle, con suficiente paz social y seguridad personal y seguridad ciudadana…! ¡Paz y bien…!

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