Opinión

Un ligero tirón de falda

Las niñas no juegan con pistolas.

Cariño, ¿no prefieres ir a baile en vez de a fútbol?

Hija, ¿esa falda no es muy corta?

¿Esa sudadera no es de chico?

¿Tienes novio ya? Te vas a quedar para vestir santos.

¿Estás más gordita no?

Uy, ¡qué delgada estás! Come un poco.

Se te va a pasar el arroz.

Pequeños movimientos sísmicos que han desembocado en un gran terremoto.

Se encendieron los motores, la maquinaria se ha puesto en marcha.

“El feminismo conquista Madrid en un 8M histórico”. En 2018 fueron más de 800.000 las manifestantes que participaron en la movilización de la capital. 

¡Qué mala suerte que esas brujas de tu barrio se despertaran! Después de siglos soportando una carga más que pesada las mujeres despertaron, y despertamos más que nunca. Estamos cansadas, aunque no es tanto cansancio como hartazgo profundo, ese que desde que te levantas te condiciona el día.

Llaves entre los dedos y ojos en la nuca, cambios de acera a la mínima sospecha, llamadas fingidas y localizaciones en tiempo real.

-Os quejáis por tonterías, son ridiculeces- dicen algunos y algunas.

¿Qué sentirías si te dijeran que desde 2003 han muerto más de 1000 personas de tu género solo por esa condición? Han muerto más mujeres por violencia machista que por el terrorismo de ETA.

¿Alguna vez has pensado en cambiarte de ropa por el sitio o la hora a la que salías? 

Un ligero tirón de falda como consecuencia de las miradas de esos señores del bar del barrio.

Un piropo, un micromachismo. Cualquier frase de “machito” de noche puede ser demoledora. Salimos con miedo, vivimos con miedo.

¿Cómo de superior debe sentirse el hombre respecto a una mujer como para pensar que tiene derecho a opinar sobre su cuerpo como si de un escaparate se tratara?

Tendemos a identificar de manera superflua la lucha feminista con la lucha contra los crímenes por violencia de género, mas no es su única dimensión. 

El iceberg del machismo tiene como base pequeñas acciones llamadas micromachismos. En lo más alto de su parte baja podemos encontrar la publicidad sexista, el humor machista o la invisibilización de las mujeres. Si elevamos la vista encontramos los gritos, las amenazas, los insultos... hasta llegar a la violación e incluso al asesinato. 

Cuanto más nos acerquemos al pico superior del iceberg, mayor visibilidad tienen esas acciones.

Todo esto conforma la violencia machista. 

No muchas personas son capaces de identificar un micromachismo debido a que son conductas con gran arraigo en nuestra cultura, son costumbre.

Ella solterona, él soltero de oro. Ella la exagerada, él con carácter.

Hace apenas unos días una diputada de Vox expuso en su discurso en el hemiciclo que la violencia no tenía género, pero se equivoca, la violencia SI tiene género y SI se dirige mayoritariamente de hombres a mujeres, siempre hablando de violencia entre géneros.

Comentarios como éste me resultan inverosímiles en pleno 2020 y a la vez normales.

Si de verdad todos queremos la Igualdad real con mayúsculas, ¿por qué tanta polémica?

Muy simple: se piensan que haremos con ellos lo que hicieron con nosotras.

Durante siglos la mujer era la criada de la casa, carecía de opinión, fuera válida o no, no contaba, ¡afortunada la que trabajaba! Eso sí, con el permiso de su cónyuge. Día sí día también tocaba soportar una paliza por parte de su marido, pero era normal, se estresaban mucho en el trabajo y tenían que descargarse con su mula, digo su mujer.

Un nombre: Ana Orantes. En 1997 Ana expuso en televisión que sufría tremendas palizas por parte de su esposo alcohólico y agresivo. Ella vivió cuarenta años sufriendo maltrato. Trece días después de dar su testimonio en televisión, él le quemó viva. Si, le quemó viva, vertió carburante y le tiró un mechero mientras se encontraba de espaldas a él. Premeditado y de manera inesperada asegurando su éxito.

A mí se me encoge el cuerpo de pensar que cada siete horas se denuncia una violación en España y solo una de cada tres mujeres se decide a dar el paso de denunciarlo. Siete de cada diez mujeres sufrirán acoso o agresiones a lo largo de su vida por el hecho de ser mujeres. 

Mujeres, ni la probabilidad ni la sociedad está de nuestro lado.

A veces intento buscar una luz al final de este túnel, no sé, despertarme de esta pesadilla.

Nos estáis asfixiando, pero no nos vamos a resignar a dejarnos morir.

A 1053 mujeres les arrebataron su vida solo por ser mujeres. Somos el grito de las que ya no están.

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