Opinión

Tengo un Seat Panda y un Nokia del 2010, ¿puedo ser feliz?

Ir a un centro comercial a dar una vuelta y a comer algo con los amigos se ha convertido en un plan sencillo al que recurre la mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes como pasatiempo. En las últimas décadas los centros comerciales han aglutinado gran parte del ocio: cines, boleras, bares, restaurantes… Todo ello situado pared con pared con las tiendas de ropa, de videojuegos o de joyerías. Y no, no es casualidad, es una estrategia consumista.

Aunque seguramente pensabas lo contrario, siento decirte que eres una víctima más del consumismo, has caído en sus redes. Si paramos un segundo a revisar las cosas que acumulamos dentro del armario encontraremos prendas muy similares, e incluso algunas sin estrenar. No nos da vergüenza tener productos aún con la etiqueta. 

Por si acaso no sabes lo que es el consumismo, lo explicaré brevemente. Es una tendencia a consumir excesivamente bienes y productos innecesarios, por ejemplo, esa gorra que te gustó cuando se la viste a un influencer pero que no necesitabas, la que lleva dos años en el fondo del cajón de la cómoda. 

Destacaré una palabra de la definición: necesidad. Nos han creado una necesidad, estamos hablando de adoctrinamiento en toda regla, incluso cercana a un instinto artificial. Muy pocos son aquellos que se paran a reflexionar antes de ir de compras si de verdad van a adquirir un producto que necesitan o lo hacen por pura rutina consumista.

La pregunta que todos nos hacemos es: ¿de dónde procede el consumismo? ¿Quién ha creído necesario inculcarnos esta tendencia?

La respuesta es el capitalismo, el sistema capitalista. Este sistema se basa en la idea de que todo es mercancía, llegando incluso a mercantilizar la naturaleza o a la mujer (prostitución). Un sistema en el que todo es mercancía necesita que exista una tendencia al consumo excesivo que garantice la obtención de grandes beneficios en el mercado.

Capitalismo, consumismo y felicidad son tres conceptos unidos a través de otro que es la inconformidad. El consumismo va asociado a un sentimiento de inconformidad, de querer más, y por lo tanto, de insatisfacción constante que condiciona nuestra sensación de felicidad.

Por lo tanto, el capitalismo nos ha impuesto a través del consumismo que la conformidad es algo malo, sin embargo, podemos interpretar este concepto de dos formas. La primera manera de entender conformidad es pesimista, y es la que la mayoría de las personas asumen como única definición: la conformidad es un sentimiento de dejadez, de negarse al esfuerzo. Como ejemplo podemos hablar de una persona que pudiendo aspirar a más en la vida, prefiere seguir con su vida de siempre. Más adelante matizaré este caso.

Sin embargo, también podemos entender la conformidad como algo bueno, es decir, un sentimiento de satisfacción propia. Por ejemplo,  aquel que se encuentra a gusto con su forma de vida y aunque le plantean un ascenso en el trabajo prefiere continuar como está porque su situación actual de verdad le llena como persona.

Ahora, ¿qué diferencia existe entre la visión pesimista y optimista? Ninguna, depende del mero observador. Los dos casos que he planteado son exactamente iguales, solo cambia la visión y descripción que yo hago de ellos.

La conformidad es algo subjetivo que dependiendo de quién lo valore, será etiquetada como algo bueno o malo, no obstante, es un único concepto. Mas el capitalismo ha intentado inculcarnos que la conformidad es algo malo,  y esto ha calado en la mayoría de los ciudadanos de este mundo. Si nos conformamos no seguimos consumiendo, sin consumo no se lucra el sistema.

Aranguren dijo: <<Buscamos la felicidad en los bienes externos, en las riquezas, y el consumismo es la forma actual del bien máximo. Pero la figura del consumidor satisfecho es ilusoria: el consumidor nunca está satisfecho, es insaciable y, por tanto, no feliz. Podemos buscar la felicidad en el triunfo, en la fama, en los honores. Pero ¿no es todo eso sino pura vanidad, en definitiva nada o casi nada?>>

Vuelvo así a la pregunta que planteo al inicio, ¿puedo ser feliz solo con un Seat Panda y un Nokia del 2010? La respuesta es sí. El único obstáculo es que el sistema en el que vivimos no quiere que lo seas.

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