Opinión

Pérez Reverte, el trovador de los privilegiados

Perez Reverte con Pablo Motos en 'El Hormiguero' de A3
photo_camera Perez Reverte con Pablo Motos en 'El Hormiguero' de A3

Seguramente ni siquiera haga falta que explique el contexto porque ya conozcas lo que sucedió hace unos días en el Hormiguero. Arturo Pérez Reverte acudió como invitado al late night y sus declaraciones sobre los jóvenes no pasaron inadvertidas.

“Los jóvenes no están preparados para el iceberg del Titanic”— afirmó el escritor, como si la solución para Jack y Rose fuera haber asistido a un curso de supervivencia a naufragios. Es sorprendente la tranquilidad y ficticia legitimidad moral que muestra el escritor al hablar sobre la juventud como un conglomerado indiferenciado. Todos los jóvenes son unos meapilas, vino a decir. 

Con la complicidad del presentador Pablo Motos, continuó difundiendo ataques contra una generación que se siente olvidada e incomprendida: “los jóvenes están instalados en un mundo irreal, no tienen mecanismos defensivos”.

Este episodio bochornoso por parte de quienes ocupan el espacio mediático no es el primero y seguramente no sea el último, por desgracia. La juventud no se siente escuchada y lo más terrible es que poco a poco, aún ganando presencia en la toma de decisiones, ve cómo estas teorías casi maquiavélicas sobre más de 7 millones de personas en nuestro país siguen calando en nuestra sociedad. 

Resulta indecente que la generación que ha soportado variadas crisis económicas y que carga con el peso de mostrar que un nuevo modelo de sociedad más humano y digno es posible sea definida como inútil. 

Estas afirmaciones son producto de la asunción social de la idea de ‘generación de cristal’, un concepto simplón y superficial que califica a los jóvenes como bebés criados entre algodones. ¿Es vivir entre algodones ser la primera generación que vivirá peor que sus padres? Desmoralizar y excluir de la toma de decisiones a una parte de la colectividad asegura que los privilegios seguirán en manos de los mismos o, al menos, no se repartirán entre uno más.  

Las más jóvenes estamos sosteniendo todo un sistema que da de comer a los grandes que nos ningunean y, ante la duda de una posible rebelión de los pequeños, difunden a diestro y siniestro que nuestra lucha es injustificada y fruto de una rabieta. 

Reverte no lo recordará, o parece no hacerlo, pero muy posiblemente recibiera estos ataques de sus mayores y con certeza no comulgaba con ellos. No obstante, el tiempo hace aflorar en muchos un conformismo y conservadurismo y, a día de hoy, nuestros mayores parecen haber perdido la memoria. Quienes nos tachan de vagos por exigir un salario digno y una vivienda asequible se lanzaron a las calles para conseguir una jornada laboral de 8 horas o poder expresarse con libertad. Las reivindicaciones son contemporáneas al contexto social. En 1980 las demandas sociales eran diferentes a las actuales. 

Valoramos lo que lograron quienes llegaron a perder la vida por la democracia, mas los icebergs han cambiado. Nuestros icebergs son la incapacidad emancipatoria y la salud mental, aunque esta última levante ampollas entre los más escépticos. Ya no es necesaria la violencia para luchar por nuestros derechos, la forma no es la misma. 

No pedimos siquiera que quienes opinan como Reverte se unan a la lucha de la juventud, que ojalá, solo rogamos no opinen sin conocimiento y con una superioridad moral pestilente.

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