Opinión

Los chicos del barrio

-Matteo, quedamos a la una en la plaza.

-Vale, cojo la moto.

Palermo, doce de la noche, dos mundos tienen vida en la misma ciudad. 

En el centro los comercios están bastante concurridos, los restaurantes llenos con sus terrazas de luces y cantantes que amenizan tu consumición. Mientras, en los barrios de la periferia, edificios que se desploman, bares semivacíos pero las calles llenas, el alcohol como común denominador, peleas en ciertas esquinas y alguna que otra fiesta de las comunidades de inmigrantes. Se respiraba más vida fuera del centro que en él.

Yo me alojaba en Ballarò, uno de los barrios “conflictivos” de Palermo. Durante el trayecto de la estación de tren hasta el alojamiento me dio la sensación de estar en dos ciudades a la vez, pero la realidad era que esas dos versiones no solo existen en Palermo, sino en el mundo entero.

Centro versus periferia, ricos versus pobres.

¿Cómo es posible que sólo dos calles más abajo del centro exista una vida totalmente distinta? 

Nueve de la mañana del día siguiente, nos dirigíamos a realizar algo de turismo por la ciudad, y sin buscarlo nos topamos con un mercadillo gigantesco que atravesaba todo el barrio. Pescado más que fresco, gritos de los vendedores intentando llamar la atención de posibles clientes y algún que otro gato que disfrutaba del botín de las raspas sobrantes. Se respiraba autenticidad en todos sus rincones.

Todas las calles estaban llenas de significados, grafitis en contra del racismo, de la homofobia... Pero hubo algo que llamó mi atención, una gran foto de un chico rodeada por una cinta de luces. Era una foto de un joven de unos treinta años que sonreía transmitiendo simpatía a todo aquel que se parara un momento a contemplarla.  En la parte inferior de la foto se podía leer: Matteo siempre con nosotros. 

Lo primero que vino a mi mente fue que el chico habría fallecido, era algo obvio, pero merecía la pena indagar un poco más. Al realizar una búsqueda en internet encontré una noticia sobre lo sucedido.  Matteo “había muerto” tras intentar robar en un minimarket como consecuencia de un golpe propinado por uno de los dependientes de nacionalidad bangladeshí, según la versión policial. Siendo la nacionalidad de los dependientes irrelevante he querido recalcarla.

Todo el barrio acudió en masa al funeral del joven, incluyendo la comunidad bangladeshí, que lamentaba lo sucedido y quiso mostrar su respeto y condolencias a la familia. El barrio no buscaba venganza, solo reclamaba justicia. ¡Qué lección más grande de convivencia!

Matteo procedía de una familia de trabajadores humildes y honrados, pero por las condiciones de vida que predominan en estos barrios, cayó en el despiadado mundo de las drogas, y no le culpo. Era un chico frágil que había tomado decisiones equivocadas.

Era normal ver a niños de unos doce años fumar marihuana, algo que al resto de la población nos puede parecer impensable, mas no somos nadie para juzgarlo sin haber vivido su vida.

Mientras que un pequeño de la misma edad en una familia con recursos solo piensa en jugar y en hacer los deberes de la escuela, un chico de Ballarò piensa en trabajar lo antes posible para llevar dinero a su casa, trabajar de lo que sea pero conseguir ingresos rápidos.

Viendo las condiciones en las que se encontraban las personas que (sobre)vivían en el barrio yo pensaba: ¿cómo el Estado no interviene o aporta unas garantías a estos ciudadanos? 

Si bien existen casos en los que la ayuda no puede ser posible, ¿cómo un Gobierno abandona de esta forma a un barrio?

Ballarò era y es un barrio desamparado, sus integrantes son considerados ciudadanos de segunda. Se suele decir con frecuencia que este tipo de zonas son “difíciles”. ¿Difíciles por qué? ¿Porque no se les garantiza una vivienda y tienen que recurrir a la delincuencia para poder comer? ¿Porque han vivido en casas dónde la violencia estaba normalizada? 

Lo siento, pero no me parece justo calificar a estos barrios como difíciles. Difícil no es un barrio, difícil es sobrevivir para la gente que vive en ellos. 

Una noche decidimos salir a tomar algo a un bar de la zona, y debido a una pelea inesperada una botella de cristal cayó a menos de medio metro de mí, pudiendo haber habido consecuencias graves yo no le di mayor importancia, pero los chavales del barrio salieron en mi defensa. El señor que había comenzado la disputa fue expulsado del bar por los jóvenes, quienes además me pidieron disculpas por lo ocurrido. Me pareció increíble la reacción del grupo, cómo protegían a cualquiera que se encontrara en su barrio sin ser de allí. Al día siguiente el dueño del bar me pidió de nuevo disculpas y me comunicó que había vetado la entrada al bar a ese hombre. 

El respeto no se estudia en los mejores colegios, se aprende en la calle y con las experiencias de la vida. La humildad de estos chicos va acompañada de un sentimiento de generosidad y lealtad al barrio, “si tocan a uno, nos tocan a todos.”

Y por ello, me parece indigno que se les considere chicos y chicas difíciles, cuando no lo son. 

¿Es más difícil para un profesor tratar con un niño de un barrio como Ballarò? No es más difícil, es distinto. Podremos hablar de diversidad de potencial, en ningún caso de dificultad o inferioridad, y dicha diversidad existe en todos los centros educativos, ya sean del centro o de las afueras.  Pues la misma consideración hay que tener en el resto de ámbitos.

Estamos ante un abandono a la periferia, abandono a la pobreza, de dejadez y despreocupación. No se trata de inmigración y delincuencia, se trata de personas que han sido desatendidas por los estados. No podemos consentir que se siga clasificando a los ciudadanos. 

En estos barrios solo rige la ley de la supervivencia, la del más fuerte. La sanidad y la educación son precarias. Y lo peor de todo, son los que menos tienen y los que más sufren las consecuencias de la gestión estatal, una crisis económica para ellos tiene un impacto del doble o incluso del triple que en una familia con recursos.

No se trata sólo de Ballarò, se trata de Vallecas, de Villaverde, de las tres mil viviendas… Y podría seguir listando hasta completar cien páginas. 

Los chicos de la periferia luchan por su futuro, pero no es una lucha solo suya, es una lucha de todos. Existe un sujeto mayor a nosotros que maneja todo, pero solo el pueblo salvará al pueblo.

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