Hace unos días comencé una serie cuya portada atrajo toda mi atención desde el instante en que la vi: la Jauría. Antes de iniciarla investigué un poco por internet y descubrí que estaba inspirada en un suceso español.
¡Somos noticia internacional!- dije para mí. Desgraciadamente no era algo de lo que alegrarse. La Jauría, serie chilena, estaba inspirada en el caso de La Manada española, aquella atrocidad ocurrida en san fermines.
Esta vez me repetí lo mismo pero cambiando el tono orgulloso por uno de tristeza. Mas la realidad es que la gravedad del caso no ha entendido de fronteras, al igual que la lacra de la violencia machista.
“Nos sacan los ojos, nos pegan con palos, nos abren las piernas y se hacen los sordos. Nacimos culpables, con todas las cruces. Nos miran desde arriba y nos apuntan con luces.”- Ana Tijoux, cantautora chilena-francesa que interpreta la banda sonora de la serie.
Y es que, ¿a cuántas se tragó la tierra? ¿Cuántas investigaciones se cerraron por falta de medios o de pruebas?
Podríamos definirlo como una cacería de mujeres. Los cinco violadores de La Manada actuaron como cazadores. No importa si el ciervo acudió al cebo o fue arrastrado hacia él cuando había un cepo preparado. No importa si ella llevaba minifalda, no importa si iba borracha, no importa si en un principio sí quiso mantener relaciones con alguno o con todos. Cuando media un no, significa que se acaba, finaliza todo, pero aunque el ciervo le diga al cazador que no desea ser cazado no importa. Cargan el arma y disparan.
Eso es lo que la víctima fue para ellos, una presa de caza. Ellos, los perros salvajes que decidieron disponer de ella a su agrado.
“Tienes 15 minutos, no tardes que me toca a mí.” Estas fueron las palabras de uno de los violadores durante la agresión a una niña de 14 años en Manresa, Barcelona. Como un comensal que acude a un restaurante y elige el plato a degustar.
Podría completar un artículo solo con comparaciones entre las injusticias y barbaridades, por no decir crímenes, de las que somos víctimas las mujeres en relación con los privilegios de los hombres. Sin embargo, solo se necesitan un par de referencias para esclarecer la situación que día a día desangra a las mujeres. Y es que para mostrar la realidad no se requiere más que un titular y un párrafo.
No obstante, la mayoría de la prensa aprovecha la situación y el sensacionalismo para sacar partido de ello y embolsarse unos miles de euros, lo cual supone otro obstáculo para la lucha en contra de la violencia machista. Los medios, por lo general, contribuyen a la normalización de situaciones anormales, y más cuando se crean especiales o se llenan matinales con una sola noticia de este calibre. Diana Quer, Marta del Castillo, Laura Luelmo, las chicas de Alcásser y muchos casos más han sido despiezados por la prensa española, dando la posibilidad de opinar a cualquiera que pasaba por la calle influyendo en el telespectador, lector u oyente.
Y aunque pudiéramos opinar lo mismo de las series o las películas, el riesgo de normalización es mucho menor si atendemos a la limitación de estas a la mera reproducción de los hechos acaecidos.
Por lo tanto, por una parte tenemos a los perros de caza, y por otro lado a los medios de comunicación que, intencionadamente o no, ponen trabas a la lucha contra la violencia machista.
¿Y cómo se combate a los cazadores y sus perros de caza?
El cazador no le teme a nada salvo una excepción, al lobo. No asustan los ciervos ni las perdices, preocupan los lobos, las jaurías, y nosotras podemos ser la jauría que frene esto.
Jaurías contra el sistema patriarcal, contra los cómplices y los culpables. Pues mujeres, si tocan a una, nos tocan a todas.
Todas. Ana, María, Claudia, Teresa, Violeta, Ariadna, Jennifer… todas se giran al dar la vuelta a la esquina, todas de noche se cambian de acera cuando ven a un hombre por la suya, todas eligen la calle luminosa y larga antes que la corta y oscura, todas viven con miedo, todas aprendemos a convivir con él.