Opinión

Le pregunté a mi madre ¿Por qué existen hombres que matan a mujeres?

/images/12_2020/4686_marta-del-castillo.jpg

Si os digo la verdad, no os voy a mentir. Nunca he entendido la violencia como forma de resolver los problemas individuales. Lo llegué a entender cuando sólo tenía el afán de divertirme. Era una tarde corriente y tranquila. Había llegado del colegio con mi madre y mi hermano pequeño, Héctor.

Hicimos entre los tres las tareas escolares. Tampoco era para tanto, íbamos a primaria. Por una lado, mates; por otro, lengua y por otro, algunos ejercicios de algunas asignaturas como conocimiento del medio. Cuando terminamos, nos pusimos a ver algunos capítulos de dos de nuestras series favoritas: "Monster Allergy" y "Kika Súper Bruja".

Tras la diversión de nuestro entretenimiento infantil y el pasotismo de Héctor de jugar conmigo a los PlayMobile, ví apartado en el sofá el periódico de "20 minutos" de mi madre, que ya estaba en la cocina preparando la cena. Me senté y empecé a leer. Me fijé en concreto en un titular. Informaba que una chica de quince años llamada Marta del Castillo había desaparecido tras la reconciliación con su exnovio de veintiún años. El equipo profesional la daban por muerta. Era la hipótesis perfecta.

Después de la ruptura, el ex, supuestamente la mata por remordimiento porque no la podía controlar o algo del estilo sumando el olor a lejía y la excesiva higiene en el piso del chaval, la poca colaboración de éste mismo y sin rastro de la chica. Tampoco nos podemos olvidar de los debates en los que se discutía si este caso se podría considerar maltrato de género.

Entonces, sin saber nada de conceptos feministas, me apresure a acercarme a mi madre que aún seguía en la cocina. Le pregunté por qué existen hombres que matan a mujeres. Mi madre se sorprendió y se giró bruscamente. Pensaba que me iba a regañar.

En ese preciso momento se me ocurrió resumirlo rápidamente en otra pregunta más genérica: "¿por qué hay personas que matan a otras personas?". Mi madre puso una cara apenada sin decir palabra. No sabía exactamente que me intentaba decir y volví al salón intentando averiguar que me quería transmitir. Así pasé toda la cena hasta cuando ya estaba en la cama preparado para dormir.

Once años después sin encontrar el cuerpo de la víctima, pasando a ser una cifra más de mujeres asesinadas como las que precedieron años después, comprendí que aquel niño que era no sería capaz de asimilar actos tan horribles, totalmente inconsciente e ignorante por ser prisionero de mi propia infancia.

Aquel año de 2009, me marcó especialmente ofreciéndome una nueva y dura lección de vida para aprender que el miedo es un arma tan peligrosa para demostrar a los demás el odio tan infame que puede ejercer cualquier persona por el simple hecho de conseguir lo que cree que le pertenece.

Comentarios