Opinión

Urge una reforma electoral

Mañana hará un mes que publiqué una opinión (Proyecto común o mercadeo de escaños) enfatizando en la necesidad de encontrar proyectos de futuro que nos unieran por encima del mercadeo de escaños al que asistimos desde hace ya cuatro años.

Visto el espectáculo que nos están ofreciendo nuestros políticos electos, urge una reforma electoral que facilite por ley lo que nadie está dispuesto a facilitar por sentido común. 

No digo ya sentido de estado. El estado que imagina VOX y el que imagina PODEMOS, sin hablar de los partidos separatistas que no imaginan ningún estado en común, abren un abismo entre ambas opciones del que los partidos más centrados ideológicamente, no saben salir si no es arrastrándose por la pendiente de uno de los bloques.

En realidad es lógico. Ese fué el planteamiento electoral. No olvidemos que la movilización electoral se basó en el miedo  a las tres derechas por una parte, y el miedo a los partidos que querían separar España por otro.

Y así se leyeron los resultados. Había alborozo en Génova en las autonómicas de Madrid porque el bloque de derechas “sumaba” y estaban felices en Ferraz con las generales porque el PSOE era la única opción de gobierno, porque en esas las tres derechas no sumaban.

Hoy vemos que tales bloques no existen. Solo sirven para movilizar ante las convocatorias electorales. Las diferencias ideológicas entre VOX y el resto de partidos de centro derecha son tan abismales como las que existen entre el PSOE y el resto de partidos de izquierda. Tanto es así, que al partido mayoritario le asusta más meter a la izquierda en el gobierno que contar con el apoyo de partidos de centro derecha.

La realidad es que, a la hora de gobernar, son menos las diferencias que separan a PP y PSOE, que las que existen para cada uno de ellos en sus “respectivos bloques” con los partidos extremistas que se han sumado a la convocatoria electoral.

Sería un sueño y además un magnífico ejemplo para el electorado, si los partidos constitucionalistas (PP, C’s y PSOE) formaran una coalición de gobierno que afrontara las verdaderas necesidades que tenemos. Nadie, que no se sitúe en los extremos, imagina hoy un gobierno que incumpla con las directrices europeas y desequilibre los presupuestos a su antojo, pero tampoco un gobierno que olvide quien ha pagado la crisis y la necesidad de una política social que comience a dar un poco de esperanza a las clases que más han sufrido sus consecuencias. Es decir, un verdadero gobierno “para todos”. 

Como eso es un sueño y las necesidades son reales, se debe afrontar una reforma electoral, la constitución lo permite, que ayude al partido mayoritario a gobernar. 

La fórmula griega con la asignación de 50 escaños al partido ganador, parece ser que comentada ayer en la reunión Sánchez – Casado, sería una opción. También lo sería permitir la investidura del partido con más “síes” o cualquier otra que alumbrara la imaginación de nuestros ínclitos representantes electos, pero eso taparía el problema no lo resolvería.

El verdadero problema sigue siendo encontrar líderes que sepan guiarnos en lo que nos une y no empeñados en magnificar nuestras diferencias, a veces a simple nivel de eslogan, que les sirven para amontonar unos votos de los que luego se sienten propietarios. 

Es la primera vez que nos vamos a presentar ante una investidura sin saber cuál es el programa de gobierno al que se debería apoyar con el único argumento de tener más votos que el partido de al lado. El resultado será favorable o desfavorable a los intereses del candidato. Lo seguro es que será pobre planteado en esos términos, cuando no inservible, porque nos conduzca a ceder en nuestras convicciones a los propios votantes en una nueva convocatoria electoral que invite a retornar al denostado bipartidismo.

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