Opinión

Una visión realista de Notre Dame

Hace unos meses ví Notre-Dame, jamás hubiera imaginado que algo de tal majestuosidad se destruyera meses después. Estamos tristes, quién conoce la catedral se le rompió el corazón al ver caer la aguja que besaba el cielo parisino y a quién no la conoce también, porque no podrá ver la catedral de manera íntegra.

Notre-Dame significa el orgullo de los europeos, es uno de sus símbolos, porque por ese “pequeño” espacio ha pasado mucha historia. Desde la Revolución francesa a la ocupación nazi, y no se merece un final tan amargo. Es extraño que un monumento con tantos siglos encima, que jamás ha sido derrumbado ni siquiera por guerras, sufra esto en pleno siglo XXI, en plena era tecnológica.

Pero Notre-Dame es además arte, es una “gran obra de arte”, es el gótico en estado puro. Es el ejemplo de ese magnífico movimiento artístico en todas las escuelas de arte y por mucha reconstrucción que haya no será igual. El arte no es solo visual, es esencia, es sentimiento, porque el gótico fue el primer movimiento artístico genuinamente europeo. Por eso este incendio se da en la catedral que sirvió durante años y siglos como modelo al resto de templos góticos de la cristiandad. Tristeza es la palabra para definir esta catástrofe.

Notre-Dame es símbolo de Francia y del catolicismo, da igual la creencia en Dios o no, no se trata de eso. El gótico sirvió para trascender diferencias locales en la Edad Media, sirvió para dar ese adjetivo de “civilizada” a Europa.

Pero sin duda, toca mirar hacia delante, Macron ha afirmado que la catedral será reconstruida en los próximos años. Hay quién dice que cinco años, pero ahora las prisas no son tan importantes. Esta reconstrucción pese a no ser idéntica conseguirá un nuevo significado, “mantener los valores europeos”.

Aún recuerdo la grandeza del monumento cuándo lo ví por primera vez, sus vidrieras son auténticos iconos artísticos, te deslumbran. Pero resulta impactante ver como cae algo tan preciado para los franceses ante la atenta mirada de la “moderna” Torre Eiffel.

Este suceso ha generado por otro lado una solidaridad global inimaginable. Aquí entramos en el debate primario y a la vez realista, ¿porque dar dinero a un monumento y no a personas que se están muriendo de hambre? Es duro, pero es así. La gente llora al ver caerse Notre-Dame cuándo en el mismo momento personas están siendo asesinadas o muriendo de hambre. Está claro que los europeos tenemos valores positivos pero vivimos en un mundo paralelo. Este debate es duro y complicado, me destroza ver este monumento cayendo pero ese dinero que se destinará podría salvar vidas humanas.

Pero en esa visión realista también se puede decir que “cada uno hace lo que quiera con su dinero”, y también es válido. Dos días han pasado desde el incendio y ya han sido donados más de 700 millones de euros, cifra escalofriante, aunque siendo realistas más de la mitad de ese dinero proviene de dos multimillonarios. Por lo tanto, la cifra es un poco mentirosa. Está claro que la solidaridad es más sencilla si nos pilla cerca.

Ahora toca observar como París y Francia resuelven esto, y quién sabe si tomar nota para el futuro. Lo que está claro es que la solidaridad es un valor de gran tamaño pero de difícil definición, esto es realismo.

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