Opinión

Proyecto común o mercadeo de escaños

Consulto en el diccionario de La R.A.E. el término NACIÓN y me encuentro:

Del lat. natio, -ōnis 'lugar de nacimiento', 'pueblo, tribu'.

1. f. Conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno.

2. f. Territorio de una nación.

3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablanun mismo idioma y tienen una tradición común.

4. f. coloq. p. us. nacimiento (‖ acto de nacer). Ciego de nación.

Ninguna de ellas me parece completa sin hablar de proyecto. Yo la entiendo como “proyecto en común”. 

Las tradiciones, orígenes o idiomas, se han formado y homogeneizado a través de siglos de compartir formas de vida, ilusiones y proyectos comunes superiores a intereses particulares o grupales. El estado debería ser la fuerza que alienta, orienta y asegura la consecución de esos proyectos.

En el caso de la nuestra, España. Esa de la que ahora no se puede decir el nombre sin desprender un cierto aroma retrógrado conservador, el proyecto comenzó a finales del siglo XV y no paró de crecer hasta finales del XVI a mitad del reinado de Felipe II.  Se exportaba una forma de vida, lengua, cultura, legislación y una protección por el hecho de pertenecer a ella superior a cualquiera de las existentes entonces.

Desde esa cima, año 1.580 aproximadamente, todo lo que sucede en España,es decadencia y desintegración. Se deshace desde la periferia. Primero Los Países Bajos, después El Milanesado, Nápoles y a principios del XIX las grandes provincias ultramarinas, las colonias de América y Extremo Oriente.

En 1900 España recupera en el mapa mundial, eliminando de su dieta de los proyectos que la hicieron grande, su antigua silueta de península incompleta.

La transición del régimen franquista a la democracia la llena de nuevo de proyectos ilusionantes y comunes. Recuperación de libertades,  descentralización de poder con la implantación de las autonomías, reforma de la justicia, pertenencia a Europa, mejora en profundidad de infraestructuras etc, etc. 

Tantos proyectos y de tal calado que la propia estructura de poder del “régimen” se declara incompetente para acometerlos sin dañar gravemente los intereses de esa nación preñada de ellos. Ese fue el primer gran proyecto acometido, la renuncia de un estado del pasado que no aportaba nada al futuro sino era frustración.

Se ha hablado y escrito mucho del milagro de una transición que en los últimos 40 años ha cambiado España en todos los sentidos y la ha vuelto a situar en el mapa como una nación libre, moderna, descentralizada y llena de futuro. 

Pero esa transformación no ha durado 40 años. Se hizo en los 20 – 25 años que van desde 1977 hasta principios de este siglo XXI. Desde entonces hemos estado superando crisis o esperando que llegaran. Sin proyectos de calado, consolidando partidos políticos corruptos que persiguen intereses propios y generando una desafección hacia el proyecto común cuyo mejor exponente es Cataluña por las necesidades “de blanqueo” de los partidos que la gobiernan, pero que no es menor en otras zonas donde no se habla de independencia pero están enfrascados en sus particularismos.

Desde 2015 con las primeras elecciones de Junio no se ha realizado una reforma en España. No ha habido en gobierno con la fuerza propia o los apoyos necesarios para acometerla. Bueno, si se logró un acuerdo para decidir lo que no queremos. La moción de censura.

Hoy, con cuatro años perdidos, nos conformamos con asistir al espectáculo de los intereses de los partidos. Tantos ya que es imposible hablar de proyectos comunes.  Incluso nos sirven para tertulias y twits imaginativos desdeñando las importantes reformas que van a marcar nuestro futuro.

No veo manifestaciones en la calle exigiendo soluciones. No leo opiniones, más cultas y brillantes que la mía, que avisen del peligro. No escucho a los medios con más peso condenando esta parálisis. Son abrumadoras las quinielas de “quien va a mandar” en algún gobierno o las tediosas tertulias de “expertos” (confidentes de los partidos) con sus predicciones de futuro, más tendentes a defender los colores de su visión que a ilustrarnos sobre los peligros reales.

Faltaban las amenazas y las exhibiciones de “a ver quién la tiene más larga” hablando de volver a tirar los dados de las urnas en otoño para ver si les sale mejor la partida, y ya las tenemos antes de que aparezca una mínima inteligencia que entienda la importancia de todos en la construcción del futuro.

Deberíamos estar en la calle exigiendo que cumplieran las obligaciones que les imponen sus resultados electorales y no utilizándolos como “derechos” para comerciar intereses que benefician a ellos mismos.

Comentarios