Opinión

Los políticos deben ceder el paso

Que un país logra avanzar porque consigue sobreponerse a sus políticos, era una simple teoría en clave filosófica que en esta hecatombe sanitaria se está revelando como una verdad tautológica.

Lo peor que nos está sucediendo y cómo nos lo están contando, sucede siempre cuando intervienen los políticos. Hay alguna mínima y honrosa excepción que confirma la regla y se circunscribe a alcaldes que son los gobernantes más cercanos a la sociedad. No  voy a decir un  nombre, prefiero que se lo ponga cada cual de acuerdo con su manera de ver las cosas.

Lo mejor que nos está sucediendo lo protagoniza la sociedad civil en todos los sentidos, desde los que permanecemos encerrados (lo sé bien porque estoy pasándolo solo en un piso pequeño), hasta los que están en primera línea en cualquier frente. Desgraciadamente también con deshonrosas excepciones que les llegan a pedir que abandonen sus domicilios a los que más arriesgan y se hospeden cerca del frente, para que ellos aumenten su impúdico sentimiento de seguridad.

Que un político no es un buen gestor ya lo sabíamos, por eso se rodea de nutridos equipos de gestión y asesoramiento. Tampoco se le pide eso, nadie está preparado para gestionar los muchos y diversos retos a los que se enfrenta un mandatario político.

Lo que si se le pide y se le debe exigir es que dirija, comparta e informe de esa gestión, máxime cuando hemos renunciado a nuestros derechos y libertades para contribuir a mitigar el sufrimiento de este holocausto, poniendo bajo su mando todos los recursos humanos, materiales y tecnológicos del país.

Nuestros gobernantes no están dirigiendo ni compartiendo ni informando adecuadamente de la gestión de la pandemia.

Demuestran una gestión incompetente, primero asumiendo y posteriormente devolviendo atribuciones a las CCAA, creando incertidumbres continuas, decretando medidas a media noche a un cuarto de hora de entrar en vigor, declarando que los celadores no son personal de riesgo, viéndose siempre arrastrados por los acontecimientos y no sabiendo adelantarse a ninguno de ellos y con parsimonias administrativas que no se corresponden con la velocidad que exige la crisis.

Permitiendo la vuelta a la actividad de sectores productivos y obligándoles a cumplir las medidas de seguridad, previa requisa a la empresa de los test y “epis” necesarios para la protección de sus trabajadores. Vemos a una comunidad autónoma impidiendo usar un hospital de campaña (Sant Andreu de la Barca) montado por una administración distinta a la suya, con la colaboración de ejército y guardia civil.

Espero que a decisiones como esta última, que ya han sido denunciadas por la fiscalía, se les acaben exigiendo las responsabilidades penales que corresponden a esta desidia que bordea la mala fe.

Una empatía negligente, buscando la justificación y el autobombo en vez de generar complicidades entre las distintas administraciones y partidos. Tirándose la pandemia a la cabeza unos a otros para justificar su carencia de ideas y habilidades. Criticando pajas en ojo ajeno mientras son incapaces de ver vigas de cierto tonelaje en el propio y consiguiendo una situación de crispación y confrontación en la que si se mueven como pez en el agua.

Hace menos de seis meses que compartí con vosotros un artículo: “Proyecto común o mercadeo de escaños” que a mí mismo me parece que hace años de aquello pero es más vigente que entonces ante lo que necesitamos para abordar lo que han venido en llamar la desescalada.

Una información opaca y filibustera. La comunicación exige claridad, concisión y transparencia y los mítines con los que nos aburren en horarios de máxima audiencia, carecen de cualquiera de esas premisas. Aparecen más preocupados por las noticias falsas que nos puedan colar que por las reales que no controlan.

Hoy sabemos que las estadísticas de fallecimientos oficiales y los reales tienen tanto desfase que ya no sabemos cual creer. Que nuestro CIS se dedique a plantear preguntas con las respuestas inducidas sobre la “necesidad de uniformizar la información oficial” y prescindir de la libertad de opinión, es infame.

Espero que este artículo no tenga la suficiente repercusión en redes para que lo censuren, que ya estamos en eso.

Si, es verdad, estoy indignado. Lo estoy y deseo que lo estéis tantos de vosotros como para salir a la calle todos, cuando podamos, y  obligar a los políticos, sean del color que sean, a entender de una maldita vez que se necesita una ayuda vital ya, que mientras ellos hacen el estudio millones de personas pasan hambre, que nuestros científicos son imprescindibles en los presupuestos, que debemos apoyar al sistema sanitario y adelgazar administraciones, que el empleo lo generan las empresas medianas y pequeñas y necesitamos que sobrevivan, que no podemos tener opinión para votar sin información libre. Y sobre todo, que con ellos tirando cada uno para un lado es mucho más difícil sobrellevarlos.

Necesitamos sentirnos dirigidos en un proyecto común, no acaudillados. El mayor enemigo de la prosperidad es la incertidumbre que genera la mala política. Poner al frente de la desescalada a un especialista en márketing político es una irresponsabilidad a la vez que un insulto a cualquier existencia racional.

Señores políticos, si no se sienten capaces, por favor dimitan y den paso, como en la tan denostada transición, a miembros más preparados y capacitados de esa sociedad civil antes de que se empiecen a ver a sí mismos como políticos.

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