Opinión

Jóvenes, liberales y del sur

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En el monólogo de “El Gran Dictador”, Chaplin señala como los totalitarios suelen lograr el poder prometiendo “empleos a los hombres, a la vejez seguridad, (...)” y esto a veces se olvida, “a la juventud un futuro”. Y es que, a día de hoy, son muchos en mi generación quienes sienten que la democracia ha incumplido sus promesas y se nos ha condenado a la precariedad e inestabilidad más absoluta.

Cuando se habla de juventud, suele ser desolador. Se escriben artículos delirantes sobre un supuesto acuerdo tácito de crear una moda para no utilizar el coche. Se utilizan palabras en inglés para que convivir con cinco personas en un piso pequeño a las afueras parezca un estilo de vida emocionante. Y si todo falla, por radio, tele y prensa se nos llama “ninis”, vagos, o “viciados”. Después son los medios tradicionales los que se preguntan por qué ya no les hacemos ni caso.

"Resulta refrescante cuando se habla de lo que de verdad nos importa, que nos ayuden a luchar para no ser la primera generación de la historia que viva peor que la que la precedió".

Lo cierto es que nos han dejado en un ruedo, a priori, imposible. Nos enfrentamos a la mayor transformación tecnológica con una formación deficiente, fruto del vaivén de leyes de educación. Somos campeones, sin discusión, de paro juvenil. Para un jóven, un contrato indefinido es un ser mitológico, y se rumorea que las prácticas pagadas van a hacer su aparición próximamente en el campo de la ciencia ficción.

En el sur, mientras lidiamos con el rosco de línea 12, que se adapta a Madrid como un apéndice bastardo del metro, o con los infinitos problemas de la C3, nos mentalizamos de que tendremos que abandonar las ciudades en las que nuestras familias pudieron formar una vida, si queremos tener una oportunidad. Por supuesto, hace tiempo que hemos olvidado nuestras pretensiones de disfrutar de una pensión cuando peinemos canas. Y viendo el panorama de tener alquileres de más del 150% de nuestro sueldo medio, comenzamos a abandonar la idea de comprarnos una casa. Luego, se nos quejarán de que la natalidad baje.

Lógico que vayamos con quien mejor grita, con quien más bilis escupe, cómo no nos vamos a sentir identificados por quienes prometen soluciones fáciles, programas de una palabra, lágrimas desconsoladas pero muy de izquierdas o agendas rojigualdas que solo expresan un “estoy hasta los huevos, yo soy esto, no lo otro”.

Así las instituciones democráticas se están degradando cada vez más, y esa es una lucha que los liberales no pueden obviar. Los Jóvenes de Ciudadanos presentaron un manifiesto que recoge un plan de choque para solventar nuestros problemas. En un acto al que asistió Begoña Villacís y miembros de los gobiernos naranjas del sur de Madrid se habló de cómo apoyar el emprendimiento local, ofrecer vivienda asequible y afrontar el reto climático generando empleos ligados a la economía verde.

Entre un horizonte desalentador, resulta refrescante cuando se habla de lo que de verdad nos importa, que nos ayuden a luchar para no ser la primera generación de la historia que viva peor que la que la precedió.

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