Opinión

Ecce homo. Cómo Ciudadanos puede llegar a ser lo que es

 

Bal, Edmundo Bal trata estos días de recordar los logros de Cs en el gobierno de la región. Como buen atlético prometió una campaña llena de “coraje y corazón” , y la realidad es que, aunque lo está cumpliendo, su votante parece que ha planeado quedarse en casa este 4 de Mayo. De la corta legislatura que se nos viene nadie, ni siquiera el utópico más entusiasta, espera gran cosa. Bastante tendremos, nos recuerda el “Abogado del Estado”, con reactivar algunas de las exitosas políticas de Manuel Giménez Rasero, quien dirigía la Consejería de Economía, Empleo y Competitividad junto a su equipo de Ciudadanos, cuyos logros se atribuyen falsamente a los conservadores por obra y gracia del marketing mediático.

Sin revoluciones económicas a la vista, por falta de tiempo material, lo que sí puede surgir de las urnas madrileñas es nada más y nada menos que un nuevo sistema de partidos. Con la sublimación de un actor liberal viable, nos quedaría un debate público más propio de la Toma de Aragón.

A una izquierda que destroza, sin rubor, el ideal de ciudadanía para abrazar las políticas de identidad, como ha venido denunciando el maestro Félix Ovejero. Cada uno es embutido en un grupo homogéneo al que cada uno pertenece en función de su origen, sexo u orientación sexual. Posteriormente, se consigue la individualidad gracias al empleo de la sinécdoque. Para entonces, no hay ciudadanos, sino grupos de los que se dice, eso sí, comparten los mismos intereses ya que todas las desdichas que han padecido han venido impuestas por el régimen económico capitalista y la democracia liberal.

Frente a este cambio trascendental hacia los valores posmodernos, llega un contragolpe cultural (Norris e Inglehart, 2019), una reacción visceral que acusa a un nuevo contubernio entre Soros, las “Big Techs” y las Organizaciones Internacionales de destrozar la soberanía de los estados. Uno no puede parar de preguntarse en este punto, por qué en los momentos más trascendentales de la historia aparecen siempre este tipo de conspiraciones magufas. Parecen decirnos además, que aunque el Estado no deba meterse en nuestro bolsillo, sí debe imponer su concepción de la vida y de la moral social porque es la buena por la Gracia de Dios y de la tradición.

Pese a sus diferencias, ambos combatientes se han puesto de acuerdo en las armas: el uso del Estado. Que las instituciones se utilicen para la construcción de una hegemonía cultural que beneficie a su autor nos debería de alertar a todos, porque para ello es necesario la laminación de los procedimientos democráticos.

Frente al eco de los gritos inciviles, Ciudadanos se presenta en estas elecciones como un representante de aquellos que prefieren hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación, pero puede es más que eso. Cs es el partido que encabeza la defensa del ideal de ciudadanía y de la neutralidad moral de la esfera pública sobre la esfera privada.

Aún, y cuando en estos momentos las piernas le tiemblan, es un proyecto que continúa hablando de la construcción de libertades civiles y económicas, del progreso social, de la regeneración democrática, y que cómo acometer eficazmente la transición ecológica y la transformación digital para seguir construyendo la paz civil a través del diálogo. Mucho más útil que las narrativas identitarias, y si los electores así lo reconocen, es mucho más necesario.

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