Opinión

Una olla a presión

Esta semana ha vuelto a iniciarse la actividad económica llamada no esencial, con las excepciones establecidas en el Decreto Ley del Estado de Alarma, básicamente las referidas a aquellas que concentran mayor número de personas, como la restauración o los actos culturales o de ocio 

Las implicaciones de no prolongar suspendidas estas actividades las conoceremos por el tiempo en el que las personas infectadas con  la COVID-19 muestran las patologías; esto es, en las próximas dos semanas. 

Dos semanas en las que nos encontraremos con dos escenarios posibles.

En el primero de ellos, el más favorable, podrían aumentar el número de infectados ligeramente, estabilizarse o incluso continuar decayendo. 

Nada que objetar, el Gobierno, a pesar de las dificultades y no contar con el material sanitario de protección suficiente, ni con los sistemas (test) de detección del virus, y, consiguientemente, no tener forma de separar a la población entre infectados o no, saldrá airoso. Todos estaremos contentos por volver a nuestra vida social anterior, aunque sea gradualmente.

Pero, ¿qué sucederá si se diese el escenario menos favorable?

Me atrevo a predecir que todos empezaremos a cuestionarnos las razones por las que este país es el que más casos de infección por población tiene en el mundo, arreciarán las críticas por una gestión no pronosticada con anticipación tras el ejemplo anterior de China o Italia. Amén del espejo en el que quisiéramos reflejarnos, el de los países que ya han comenzado a levantar las restricciones y marchan hacia adelante.

Contaríamos, también,  con un personal sanitario herido de consideración, agotado, mermado, y una economía y una recesión en caída libre y de muy difícil recuperación (de la deuda respecto del PIB, mejor no hablar)

El resto, nosotros, llevaremos cerca de dos meses de confinamiento y, lo que no alcanzo a prever sus consecuencias, el ánimo decaído, las esperanzas frustradas, la confianza en el Gobierno bajo mínimos y una negra expectativa futura sobre nuestros empleos.

No quiero ni pensar lo que podría suceder en el peor de los casos, con un Gobierno débil, sin credibilidad, y una oposición, ahora sí, arreciando sus críticas y pidiendo paso.

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