Opinión

Tres semanas

Tres semanas llevamos de confinamiento, de ver las noticias a cada instante para buscar una esperanza que nos saque de esta situación, que cuenta sus víctimas por miles, dando al traste con las suntuosas despedidas que dábamos a los seres queridos, acompañando sus últimos momentos, estremeciéndonos del dolor que mitigábamos en compañía de amigos y familiares con muestras de afecto, velando su recuerdo mientras ideábamos el modo de afrontar su ausencia.

Ya no hay responsos para los muertos porque una pandemia, cuyos efectos presentes y futuros desconocemos, nos lleva a permanecer inmóviles llorando en la intimidad, impidiendo que nos cobijemos entre los nuestros como solíamos hacer, porque somos gregarios e individualistas por igual.

Más de tres semanas de miedo e incertidumbre, de una mayoría responsable que cumple con su cometido, por su propio beneficio y el de los demás, para que se vean recompensados la entrega, disposición y trabajo de aquellos llamados a estar en primera línea, exponiendo su propia vida, y a los que hacemos llegar nuestro apoyo, reconocimiento y calor.

Tiempo de acercamiento ante la aparente distancia, de espera y de pérdida; de los trabajos que ni tan siquiera permitirían a los jóvenes cumplir sus proyectos, de pensiones (muchas) que tampoco serían suficientes para mirar el gasto en compra de los productos básicos con indiferencia. Las mismas pensiones que han ayudado a los más necesitados durante los peores años de una crisis que, a decir de la mayoría cualificada había remitido. Dejando a muchos en el camino. Eso también.

¿Qué sucederá ahora?, fuera de predicciones o pronósticos basados en creencias sobrenaturales (que respeto, pero no comparto), ¿alguien sería capaz de, con las certezas de las que disponemos, hacer un mínimo análisis de futuro? Me temo que no, cómo tampoco soy capaz de ver las consecuencias, no solo de la pérdida de la estabilidad económica o el trabajo, sino  psicológicas, y que sin duda se agravarán dependiendo del desarrollo y el tiempo futuro de la pandemia.

Comentaba el esfuerzo y la dedicación sin parangón de los más expuestos, pero frente a estos, frente a esta mayoría que adopta con mayor o menor esfuerzo su papel en esta crisis, siempre quedan al margen los de siempre: los que sacan tajada, los que se enriquecen comerciando con los bienes básicos necesarios para proteger o salvar vidas, los que difunden noticias falsas con espurios intereses.

Y luego están nuestros gobernantes y los que aspiran a serlo  

Por favor, ¿pueden ustedes trabajar y remar juntos por el bien común? 

Cumplan con su cometido, ejerzan su función y demuestren, aunque solo sea por esta vez, que merecen estar donde están.

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