Opinión

Sufragio y Democracia

En una clase de Derecho Político, Diego López Garrido, profesor de la asignatura (muy joven, antes de su afiliación a Izquierda Unida y sus posteriores cargos políticos o institucionales) pregunta si democracia es igual a sufragio. 

Espera unos segundos para dar la oportunidad de que alguien responda y, como nadie toma la palabra –observo con atención su cara de perplejidad–, completa su pregunta cuestionando si el voto es suficiente para considerar a una sociedad de democrática, o la democracia comprende algo más. 

Continúa el silencio.  

Para mí, son las primeras semanas de un nuevo curso que comenzó hace unos meses y que emprendo tarde, después de cumplir durante más de un año con el servicio militar. 

Llevo días mirando el campus universitario con extrañeza, y tengo la sensación de que mi ausencia ha sido mucho más larga Ya no se interrumpen las clases llamando a asamblea, no veo a nadie portando emblemas de la Joven Guardia Roja o de la Liga Comunista, y no se distribuye el Ajoblanco, la revista que propugna el amor libre y la vida en comunas, bandera de ese hippismo tardío que ha llegado España, como en tantas ocasiones en que nuestro país ha ido a la cola, ahora justificado por el retraso económico y social de casi cuarenta años de dictadura, pero que ya en el siglo anterior tuvo su ejemplo con el liberalismo tardío y de menor intensidad, denominado Moderantismo. 

Hace tres años de la muerte del Dictador, ya fue aprobada la Ley para la Reforma Política y recientemente, la Constitución

Cambios que explican, por si solos, la falta de intervencionismo en el aula de una pregunta que, solo dos años atrás, hubiera sido motivo suficiente para un encendido debate.

No voy a extenderme más sobre lo ocurrido hace cuarenta años, pero la memoria se refresca con bastante asiduidad debido a los acontecimientos actuales, al interés suscitado tras las idas y venidas por la exhumación del Dictador, las intervenciones de algunos representantes públicos rayando en lo esperpéntico, o el renacer de VOX y sus confesos, con declaraciones que me retrotraen a los posicionamientos de Fuerza Nueva o de la Falange, uno de cuyos simpatizantes, por cierto, ha sido detenido en Brasil, tras años de fuga, por el asesinato de los abogados de Atocha, y ahora espera ser extraditado.

Cuesta creer el pretendido desinterés de algunos por el pasado, y la alusión constante a los problemas actuales. Como si una cosa excluyese a la otra.

Lo hemos oído infinidad de veces: la historia se hace presente cuando no se cierran las heridas, y los pronunciamientos de los personajes de la vida pública así lo demuestran. Ya se trate de políticos, periodistas o personas de la cultura y de las artes.

Unos, condenando la Dictadura con rotundidad y otros, los de signo contrario, intentando alterar los hechos con falacias o mentiras (Trece Rosas) o enfangando el debate al confundir el conflicto armado –en el que se produjeron crímenes por ambos bandos – con los años posteriores de represión, autarquía económica y terrorismo de Estado.

En las próximas semanas estaremos convocados nuevamente a las urnas, tras la manifiesta incapacidad o intereses no confesados de los partidos políticos.

Hoy, en las columnas de opinión, los autores llaman a la participación, especialmente aquellos que declaran ser de izquierdas. 

Hoy, como ayer, la pregunta de López Garrido no parece tener mucha entidad.

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