Opinión

¡Hágalo usted mismo!

“Hay asuntos que no pueden demorarse y lo que hacen los demás también puedo hacerlo yo”

Con este lógico razonamiento, cansado de que mi señora estuviese todo el rato dándome la brasa diciéndome no aguantar más y, lo que es aún peor –letal para alguien criado como dios manda–, amenazando con ponerse ella misma a reparar los desperfectos en casa, me puse manos a la obra. Soy un tipo de poca voluntad y con tendencia a huir de las complicaciones que surgen de lo desconocido, pero estaba cansándome de cambiar cada hora el recipiente colocado debajo del bidé por el goteo, o lavar la vajilla en la bañera. 

Lo primero que necesitaba era insuflarme de positivismo, así que hablé con un amigo para que me mandase una buena dosis de energía (en su opinión, alguien me la está robando), insuficiente para suspender el contrato con Iberdrola, necesaria para una recarga interna. 

A continuación, comencé a leer libros de autoayuda, de bricolaje y de consejos prácticos. Esto me hizo recordar a un compañero de trabajo que basaba su éxito profesional en haber hecho un curso  de conversación comercial y otro de inglés. De esta manera –atentos quienes tengan la intención de dedicarse a la cosa pública – adornó su currículo acreditando tener un nivel medio alto en dicha lengua y conocimientos de alemán (según él, no tendría mucho problema en aprenderlo en unas pocas semanas porque ambas lenguas eran muy parecidas, y solo había que cambiar la entonación) Alguna vez lo escuché practicando. Siempre hablaba de sus vacaciones. Decía: 

“Last sumer, I went to Marbella. After, I went to Torremolinos. After, I went to Cuevas de Nerja…”y así podía seguir el  tío durante horas, recorriendo la geografía andaluza. Cuando le contestaban, respondía entusiasmado: “¡Yes, yes, yes, beatiful, beatiful!”. Un día hubo un cambio en la aplicación informática y al encender el ordenador se quedó paralizado viendo el mensaje siguiente: “press any key to continue”, Avisó al departamento de informática afirmando que se le había estropeado el chisme. Y así varios días, hasta que en una de las teclas le pegaron un símbolo con una llave.

Bueno, que me voy del asunto…Creo necesario decir que antes de diseñar logísticamente mi plan traté de aprender fijándome en los demás, preguntando, intentando colaborar cuando algún conocido emprendía una tarea. Ha sido en vano, no consigo retener la información y cuando intento hacer lo mismo siempre surgen complicaciones, y si pido ayuda siempre me contestan: “pero si eso es muy fácil, hombre”.

A mí me gustaría decirle a mi santa “aquí está tu Toni, pa echarte una mano donde tú quieras” y no tener que aguantar que cuando le digo que su primo es un bruto, me responda: “Sí, pero él, por lo menos, tiene inteligencia manual”

No hago más que reflexionar y en realidad no sé hacer nada, al menos nada útil. Explicaría con más detalle mi plan de aprendizaje, pero soy un cagaprisas y estaba deseando escuchar cosas como “acuérdate de que la puerta del salón no cierra bien, cariño, o cuando tengas un poco de tiempo, mi amor, mira a ver por qué no ajusta bien la persiana del dormitorio”, una mañana, me levanté motivado, dueño de mi destino y comencé a colgar los cuadros que tenía apilados en un rincón de la terraza. Lo hice, para que no quedasen torcidos, con un solo clavo en centro, grueso y largo para que soportase el peso.

Terminé con éxito, y una sonrisa espontánea iluminó mi cara.

Pero… las satisfacciones tienen fecha de caducidad, y el vecino de al lado llamó insistentemente al timbre diciendo que tenía todo el pasillo lleno de agujeros. Es un tipo de dos metros de alto por uno de ancho. Después de mirarme incisivamente desde arriba, apoyando sus fornidos brazos sobre el marco de mi puerta, me dijo que lo ocurrido lo solucionaríamos entre él y yo, que nunca estaba en casa y no llamase al seguro, y él mismo repararía los desperfectos. Yo estuve de acuerdo, pero le dije que no le comentara nada a mi mujer.

Me pidió trescientos pavos (un pavo, un euro) y un Cinco Jotas.

Pasadas apenas tres semanas, me encontré con él.

“Se me está acabando el jamón”, dijo sin esperar una respuesta.

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