Opinión

Cambiar para regresar a lo de siempre

Como la falta de libertad se nutre de la inseguridad, razonando ser la única alternativa posible frente al delito, la exclusión y la xenofobia tienen en el rechazo el miedo a perder lo conseguido. Derechos y beneficios conquistados con denuedo siempre estarán en conflicto frente a quienes poseen la riqueza, que nunca se verán satisfechos porque la codicia no tiene límites, observando cualquier cambio con recelo.

Quienes los representan, quienes representan al capital y al poder, siendo una minoría, manejarán el discurso tratando de seducir a la mayoría, controlando la educación y el pensamiento libre para fidelizar el voto, desvirtuando el lenguaje para conseguir la necesaria adhesión de las capas sociales desfavorecidas, disfrazando sus propósitos, utilizando símbolos cobijados en sentimientos pomposos.

Son los alegatos de siempre, las buenas palabras manejadas para inculcar conceptos que sirven a una minoría, enarbolando banderas como fetiche, catalogando a los disidentes del orden urdido para favorecer a las élites como extremistas peligrosos, cuando extremo es el reparto desigual de los bienes que llevan a la pobreza, la total falta de empatía ante las  necesidades ajenas, el egoísmo y la misantropía.

Discursos nacionalistas que tantas veces arrojaron a la humanidad a las guerras ideadas en los despachos por los que no iban al frente, conflictos que servirían para una vuelta a los orígenes, a la extrema pobreza y al temor ante un nuevo conflicto entre los sobrevivientes, ahora más aterrorizados y más prudentes aplacado ya el instinto de rebeldía.

Conocemos sobradamente que en nuestro país, tras la crisis teóricamente superada, los ricos son cada vez más ricos y las empresas tienen mayores beneficios ante el abaratamiento del despido y a que los nuevos contratos no alcanzan la remuneración de los antiguos empleados, a los que muchas veces los nuevos trabajadores miran con recelo creyendo ver en ellos sus enemigos, cuando el problema consiste en que sus actuales salarios no son suficientes para llevar una vida autónoma, y eso es lo que hay que luchar y reivindicar.

Se vota a los partidos xenófobos que quieren acabar con la inmigración ilegal y dicen querer lo mejor para España, sosteniendo que los recursos del Estado van para los inmigrantes que les quitan sus puestos de trabajo cuando a quienes les interesa que haya mano de obra barata es, precisamente, a los empleadores; los mismos que dicen no querer la inmigración pero se sirven de ella y viven en barrios ricos donde no hay inmigrantes, porque los inmigrantes viven en los barrios obreros, sufriendo el rechazo y disputándose un trozo de pan con los pobres nacidos españoles, que votarán a los partidos xenófobos creyendo que ahí está la solución a sus problemas.

Encargamos la representación a quienes nos engañan con el mantra ideológico de buscar el bien común, el de toda la sociedad, con un mensaje manipulador perfectamente ideado, repleto de simbologías, enmascarando los problemas, diciéndonos lo que queremos oír, ocultando beneficiar a los poderosos, a las grandes empresas, a los lobbies económicos, bajo el paraguas del cambio. El cambio como regresión.

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