Opinión

Madrid en agosto ya no es Baden Baden

Cada  vez que se acerca el verano, no puedo evitar que me venga a la mente esa gran película de William Willer, "Vacaciones en Roma", con un elegante Gregory Peck y una bellísima y dulce Audrey Hepburn. Me viene a la cabeza la imagen de ambos montados en una Vespa desinhibidos, recorriendo en pleno "ferragosto" las calles de una Roma casi desierta. Es la imagen que asocio al verano.

Cuando yo andaba por mis lozanos veintitantos, se hizo popular un dicho en Madrid, que para algunos se convirtió en un mantra: "Agosto en Madrid, sin padres, Baden Badén".

Hay que aclarar que Baden Baden, no era un resorte turístico en el que reinara el desenfreno y la lujuria, sino un balneario en la selva negra alemana, donde la aristocracia solía ir a "tomar las aguas". 

Sea como fuere, se instaló no solo la frase, sino también la costumbre al menos en algunas familias de mi entorno (la mayoría numerosas, entonces) de que el mayor de la familia (los demás éramos menores de edad y sin voto), se quedaba en la casa de Madrid, "renunciando" a la teórica aventura familiar en la playa. 

Todo un sacrificio. En tiempos en los que la libertad de movimientos a los 20 años en las familias brillaban por su ausencia, la posibilidad de disfrutar de 30 días sin vigilancia paterna en tu propia casa, era lo más parecido al paraíso. Eso debía pensar mi hermano mayor, quien se quedaba de retén en Madrid, haciendo pequeñas fiestas en nuestra casa, llevándose a alguna novieta a dormir y quién sabe cuántas licencias más, sabedor de que no disfrutaría de otro periodo de libertad no vigilada semejante en un año. 

Hay quien se suma al aforismo de agosto como mes estrella para quedarse en Madrid, arguyendo que, no hay tráfico, que puedes reservar en cualquier restaurante sin problema, que aparcar es más fácil que nunca, y  que las playas están "hasta la bandera" y eso no es descanso. 

Resulta que hoy estamos sumidos en una crisis que arrastramos desde el inicio de la pandemia y que ha agudizado la guerra en la vieja Europa. Esta recesión ha hecho que seamos un 10% más pobres este año y empeorando. 

Las clases más pudientes, esos a los que ese 10% es la propina que dejan a la camarera, seguirán planeando su verano, en resortes de alta gama, en viajes por Europa, con independencia de si es en julio, agosto o septiembre. 

Los demás, el común de los mortales, asalariado o autónomo precario, es posible que se quede en Madrid parte de agosto, que se haga una escapada en julio a la playa, y recurra al pueblo familiar para desconectar otros cuantos días. 

Los días que pasan en agosto en Madrid, no aparcan donde quieren porque la gasolina cuesta más que la letra del coche y hay que ir en transporte público. 

No reservan en restaurantes vacíos sin reserva previa, porque tienen que administrarse y llamar a Deliveroo con descuento y peli en cada, suena a buen plan y asequible. 

No frecuentan las concurridas playas, porque agosto resulta ser el mes más caro del año para alquilar un apartamento en verano. 

Por si eso no fuera poco, todos los que antes podía pagarse un “veraneo” en agosto y ahora no, están afincados en Madrid, lo cual sumado al impenitente turismo oriental y europeo, convierten a la Plaza Mayor o al barrio de las letras en sitios prácticamente intransitables, en torres de babel andantes.

Agosto ya no es Baden Baden, ni con padres ni sin ellos.

Bueno, salvo esos  diputados que disfrutan de un mes en Menorca, con el astronómico sueldo que han cobrado por sentarse en su escaño durante el invierno, casi de visita y sólo por fuerza mayor, aprovechando la circunstancia de que el congreso “cierra” en agosto. 

Ellos si que pueden decir, cambiando ligeramente el axioma aquello de "Agosto en Madrid y sin congreso, es Baden Baden". 

¡¡¡Pues que se vayan allí, a tomar las aguas!!!

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