Opinión

El elefante en la habitación

Una familia carga el equipaje para salir de vacaciones | Mapfre
photo_camera Una familia carga el equipaje para salir de vacaciones | Mapfre

¿Has bajado la última bolsa? - pregunto en tono casi de súplica a una de mis hijas -mientras hago un checklist mental de lo indispensable para poner proa a nuestro destino vacacional. – Síiiii.-  su respuesta llega con eco al garaje donde andamos mi mujer y yo embarcados en ese gran desafío que supone ganar la partida de tetris de los bultos y el maletero. 

Nunca he sido muy diestro jugando al tetris, lo cual empeora aún más  cuando mis 3 hijos en un derroche de creatividad de última hora añaden unos cuantos “imprescindibles” al equipaje, que convierten al coche en una suerte de mercadillo de barrio en retirada

Cautivo y desarmado en mi asiento, tras la pregunta de manual de los pises y los cinturones, me dispongo a disfrutar un año más de esas semanas balsámicas, de ese cambio de aires, de esas licencias, del sempiterno “concurso” de puestas de sol – todas iguales- , de las siestas  en sofá con despertar desorientado, del caos horario y el gazpacho, …de esa pequeña parcela de felicidad que hemos construido en nuestra mente durante el resto del año.  

Este año, tras el “Enola Gay” informativo, en forma de llamada urgente y veraniega a volver a las urnas, en los departamentos de todas las empresas andan jugándose a los chinos quién se va y quién se queda en Julio.

El debate nacional ya no está en el auge de un bloque o en el desplome de otro, sino en cuestiones más bien de orden logístico, tales como: ¿Y si me toca ser miembro de una mesa electoral, ahora que he ya he pagado la reserva de ese apartotel tan cuco en Costa Brava? Hasta los más comprometidos con la causa se descubren a sí mismos buscando posibles excusas de las que tirar en caso de urgencia, para no pasar un 23 de Julio encerrados en un centro escolar o en un gimnasio, sin más aire acondicionado que el que pueda entrar por una ventana, a unos 38ª-40ª, de media. Cocidos a fuego lento.

Google está a horas de colapsarse, no por usuarios preguntando por este o aquél destino, sino por los que quieren averiguar cuáles son las posibles sanciones que nos podrían caer en caso de darnos a la fuga y no comparecer en el colegio electoral como presidentes, vocales o suplentes. Pero la penitencia impuesta desde Moncloa no afecta sólo a los “elegidos” para las mesas. Muchos ciudadanos pondrán en riesgo su salud, recorriendo el recalentado asfalto  de sus ciudades para llegar sin resuello a votar, algo más propio de una yincana que del sano ejercicio de votar.

“Solamente hay una cosa en el mundo peor que hablen de ti y es que no hablen de ti”. Oscar Wilde lo tenía muy claro.

Pedro Sánchez, subido a lomos del aforismo del brillante escritor irlandés, decide que no se va a hablar del elefante en la habitación, léase el colapso electoral de la coalición, de esa amalgama de partidos que le ha mantenido con respiración asistida en el poder.  Decide liderar la conversación, que girará en torno a la carrera de obstáculos que va a suponer votar un 23 de julio, en plena canícula, en toda España.   

 No seré yo quien me ponga sesudo con las posibles repercusiones políticas de semejante golpe de timón. Se lo dejo a los demoscópicos y los tertulianos en horas bajas.

Pero me ha picado la curiosidad y en lugar de buscar en Google qué pasaría si se casara mi hermana y yo hubiera sido elegido para presidir una mesa electoral, me ha dado por saber si un disparate como este tenía precedentes.

No sólo no se han celebrado jamás elecciones en verano en democracia, en España, sino que la Ley Electoral de la Comunidad Autónoma de Andalucía lo prohíbe expresamente. La canícula y el desierto andaluz cortan el riego sanguíneo de forma  tal que uno acabaría sin quererlo votando, un decir, al partido “Por un mañana más justo”. 

El único precedente de comicios estivales nos lleva a un referéndum convocado por Franco en el año 47,  saldado con una victoria al uso, un apabullante 93% a favor. Así las cosas, parece que en esta partida Sánchez juega con blancas, por aquello de elegir el campo de batalla (principalmente el voto por correo), sin olvidar el factor sorpresa.

Yo habilitaría casetas electorales por todas las playas y caseríos de España donde uno pueda votar y cumplido el derecho y deber ciudadano, lo pueda celebrar con un buen chapuzón en la playa y un tinto de verano en el “shiringito”.

¡Eso sí que serían un giro de timón acertado!

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