Opinión

Desmontando el árbol…y la Navidad

Bandeja de dulces navideños
photo_camera Bandeja de dulces navideños

En cualquier casa que se precie, en las bandejas tras las comidas y cenas navideñas, en esas en la que reinaba triunfante sobre otros dulces el turrón, queda al final de la velada, asumida la derrota, triste y solo el mazapán, como el patito feo, cual príncipe destronado. 

Es uno de esos casos patentes en los que la presencia se nota más que la ausencia y es  motivo de agrias polémicas entre los pro-mazapán y los que lo repudian. 

El debate es tan antiguo como la humanidad. 

Un amigo mío defendía la tesis de que lo que divide al mundo son esas pequeñas cuestiones y no la política o la religión, que no son asuntos más de fachada que se enjundia.

Las convicciones de alguien que odia el mazapán o la tortilla con cebolla son incorruptibles y no se compran ni se venden, como el voto de un ciudadano, capaz de mudar de siglas según sople el viento. 

Nunca entenderé a alguien que se abalanza entre tanta delicia en una bandeja, a atrapar el mazapán. 

Me viene esto a mi mente, ya intoxicada de la falsa e impostada euforia navideña, en la que todos nos metemos en el papel. En el de ser mejores personas, ¡!!pero con fecha de caducidad, oiga!!! En la de ser más tolerantes con esos familiares de los que no tenemos ni el número de su móvil. 

En toda esa pantomima. En la de vivir unos días únicos, que no son tales, salvo que tengas 4 años y creas en la magia. Entonces sí. Los demás somos actores secundarios de una obra con guion ya escrito. 

Árbol, Belén (sin nieve, please), o misterio, más sobrio  y genuino. La película La gran familia (Entrañable) y “Qué bello es vivir” (también memorable), completan el pack. 

En el capítulo de los excesos, se pueden incluir además del desfile de platos hipercalóricos y cava, como si estuviera prohibido el resto del año, esa compulsión por el gasto en regalos, que bien podría repartirse durante los demás meses, de forma más ponderada.

Lo de los niños y la paternidad de los regalos es merecedor de una querella en el tribunal del defensor del menor.

En mi casa, cuando yo aún no tenía entendederas, solo existían los Reyes Magos. Lo eran todo y traían lo que daba el sueldo de padres de familias numerosas. 

Y si no había tiempo para jugar con el Scalextric (los potentados), o con el Lego, ya lo buscaríamos. 

Ayy....pero poco duraría su hegemonía, pues la ansiedad de los padres por tener a sus hijos satisfechos y ocupados durante estas fechas, y no otra razón, hizo que importáramos con urgencia a Papá Noel y Santa Claus. 

Ambos llegaban antes que los titulares Reyes Magos y así hijos y padres atravesaban el túnel de impaciencia de estas semanas sin que sus hijos entrarán en crisis de ansiedad y sin que los padres renegaran de los primeros. 

Puestos a adelantar el mágico momento de Los Reyes Magos, tan nuestros, tenemos una gran variedad de figuras folclóricas que durante siglos y sin ir a Laponia adelantaban la lluvia de regalos. 

Mi favorito es, "El Olentzero", ese carbonero algo anciano, desarrapado y descuidado, pero también bonachón y de buen comer. Baja de las montañas en Euskadi y Navarra el día 25, para dejar regalos a los niños vascos y navarros.

Aunque los hay por toda la geografía española, como “El Apalplador” gallego quien reparte regalos el 24 de Diciembre, no sin antes haber palpado la tripa de los niños para comprobar que se han alimentado bien durante el año. 

Sin olvidarnos de “El Anguleru”, ese pescador de anguilas quien, tras faenar todo el mar de los Sagarzos, vuelve a Asturias el 24 y el 25 para cumplir los sueños de los niños asturianos., e incluso “Las Anjanas”, esas misteriosas hadas de los bosques cántabros que reparten regalos el día 6 de enero.  

Yo ya he desmontado el árbol, los adornos y me he sacudido la purpurina para "desnavidarme", pues lo bueno si breve ...

Son las 8 se la noche. Cargados de bolsas, nos retiramos tras el último festejo del día 6, dejando atrás mucho celofán y otra Navidad más.  

Observo al irme que en la mesa de casa de mi madre queda una  bandeja en la que destacan, huérfanos de dueño, un buen puñado de mazapanes, que arrancaron las navidades con la misma ilusión que nosotros. 

El año que viene, solo turrón, le digo a mi madre.

Esos trocitos de mazapán es lo único que nos queda de esta Navidad.

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