Stop a la violencia obstétrica

La violencia contra las mujeres es uno de los temas que mayor preocupación social suscita hoy en día. La realización de este tipo de violencia es muy diversa y también puede afectar a las mujeres no solo por su género sino por su condición de embarazadas y parturientas.

Por eso se define como "violencia obstétrica" cualquier acción que patologice los procesos reproductivos naturales y biológicos. Este tipo de violencia puede darse durante la gestación, durante el parto o en el postparto y por ello afecta también al feto o bebé.

Entre los actos que conforman esta violencia específica están aquellos que suponen prácticas ginecológicas y obstétricas invasivas o que sean innecesarias.

En la violencia obstétrica también se incluye la omisión de información sobre la evolución del embarazo o las distintas situaciones del parto. Esto puede incluir, por ejemplo, cuando no se explican todos los riesgos de una cesárea programada, induciendo a la mujer a escoger ese tipo de parto.

También son manifestaciones de este tipo de violencia las burlas o el lenguaje inapropiado contra la embarazada o su hijo.

Para combatir esta violencia y las situaciones que la generan es necesario tomar medidas en todos los ámbitos implicados:

  • Se debe formar a los profesionales sanitarios para que eliminen actitudes y dinámicas que fomenten esta violencia.
  • Se debe articular una red de apoyo a la victimas de la violencia obstétrica para que puedan denunciar estos abusos.
  • Los distintos gobiernos e instituciones sanitarias deben promover un código de conducta profesional que atienda a esta realidad, con miras a eliminarla.
  • En ese código de conducta se deben prever sanciones para los profesionales que incurran en los acciones que supongan violencia obstétrica.
  • Se debe promover una visión del embarazo no solo como un estado físico sino también psicológico. Las necesidades y vulnerabilidades de la embarazada son muy específicas y han de ser conocidas y atendidas por los profesionales sanitarios.
  • Se debe promover una visualización del problema, lograr repercusión para que no sea algo que solo preocupa a las embarazadas sino que la sociedad entera lo vea como un tipo de violencia tan inadmisible como cualquier otra.
  • La mujer debe ser quien tenga la decisión última sobre cómo gestionar su embarazo, su parto y su post-parto, siempre bien informada y sin que le sea ocultada ninguna información sobre las distintas opciones y los riesgos y ventajas de cada opción.
  • En la medida de lo posible, deben generalizarse aquellas prácticas médicas no invasivas que respeten al máximo la integridad del feto y de la mujer. Por ejemplo, hoy día el test prenatal no invasivo puede sustituir a la amniocentesis en la mayoría de las ocasiones. Las prácticas más invasivas deben de ser utilizadas solo de manera excepcional cuando otras prácticas menos arriesgadas e incómodas para la mujer no proporcionen la misma eficacia en la prueba diagnóstica o el tratamiento que se busque realizar.

Si realmente queremos combatir todas las manifestaciones de la violencia contra la mujer, la violencia obstétrica ha de estar en nuestro punto de mira, pues se da en una etapa de la vida de la mujer en la que es particularmente vulnerable.

Además, las consecuencias de esta violencia pueden repercutir tanto en la mujer como en el bebé, por lo que es doblemente grave. Toda muestra de violencia requiere de una sociedad mentalizada que la rechace y la persiga. Acabar con la violencia obstétrica está en nuestra mano.María José Madarnás | maternidadfacil.com

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