El cine adolescente es un subgénero en sí mismo gracias, especialmente, a películas de Hollywood que mostraban a jóvenes salidos, revolucionados por las hormonas.
Habitualmente estos chavales estaban obsesionados por perder su virginidad y se centraban en el baile de fin de curso o en las vacaciones todos sus esfuerzos por lograrlo.
El sexo como meta, como objetivo de crecimiento . No había aristas en el relato, y todo se reducía a un humor chabacano y a una sucesión de escenas de alcohol, fiesta, sexo frustrado y, finalmente, un polvo como culmen del paso a la edad adulta.
Han pasado casi 20 años desde aquel bum, y también una revolución feminista que ha hecho que se mire de forma crítica la manera en la que se han contado temas como el consentimiento.
El 'Me Too' y el caso de 'La Manada' pusieron el foco en un tema que, hasta ese momento, había pasado desapercibido por todos, y que incluso desde el cine se había desvirtuado.
El imaginario que proponían esas películas era el del sexo como logro, el que no lo conseguía era un pringado y el que tenía mucho sexo era el campeón . Por supuesto, contado por ellos y centrado en ellos.
Para las mujeres, la vara de medir era otra . También se incurría en otro tropo preocupante, el del alcohol como liberador, como desinhibidor para que ellas aceptaran.
Para destruir todo aquello llega una película como 'How To Have Sex', que funciona como el reverso oscuro de aquellas películas adolescentes.
Coloca el punto de vista en ellas, en tres adolescentes británicas que acuden de vacaciones a una especie de Magaluf griego con la premisa de emborracharse, salir de fiesta y tener sexo. Una de ellas es virgen .
El punto de partida sería el clásico para una comedia, pero la debutante Molly Manning Walker lo transforma en una radiografía de la presión hacia la mujer para tener sexo , las formas en las que se enseña a los chavales a tenerlo y cómo el consentimiento sigue siendo una asignatura pendiente en la sociedad .
Su retrato de ese tipo de lugares, donde incluso se llega a invitar a una copa de alcohol a las mujeres que le hagan una felación a un joven, es desolador y nace de la experiencia concreta de su realizadora.
“Pasé muchas vacaciones cuando era adolescente con amigos diferentes y es una mezcla de muchos recuerdos. Por ejemplo, la escena de la mamada a mitad de película es algo que vi. Todo aquello fue lo que me impulsó a escribir la película”, cuenta Molly Manning Walker.
Esos recuerdos los concentra en “un punto de ebullición” como este lugar de vacaciones, aunque sabe que lo que describe “también podría pasar en una fiesta en una casa o en un local ”, pero “juntar todo en los tres días de las vacaciones era perfecto para la intensidad de la película”.