Los astrónomos reflexionan: ¿Qué fue realmente la estrella fugaz de Belén?

La estrella de Oriente, o la estrella de Belén siempre ha sido uno de los grandes mitos sin demostrar de los astrónomos
photo_camera La estrella de Oriente, o la estrella de Belén siempre ha sido uno de los grandes mitos sin demostrar de los astrónomos

La estrella de Belén es uno de los muchos símbolos que dan forma a nuestra cultura. Quizá está tan presente en nuestro imaginario que no le prestamos la debida atención, más allá de esas cortas líneas que le dedica el Evangelio de san Mateo, pero, ¿qué sabemos de ella?

Para muchos de nosotros, la imagen que tenemos de la estrella de Belén es la de un astro brillante de cinco puntas del que brota una cola que siguen los Reyes Magos de Oriente.

 

La gran mayoría de las fuentes recogen a la estrella de Belén como la más grande, la más brillante o la más luminosa que había existido jamás, con propiedades extraordinarias, casi mágicas. Aquí la estrella gana protagonismo, convirtiéndose en una llamada a la acción tan fuerte que nadie pudiese resistirse.

La falta de explicación de las cualidades físicas de la estrella lo suplen estas fuentes y precisamente estas descripciones nos dirigen a las primeras hipótesis sobre el astro: ¿fue un cometa? ¿una supernova? Estudios posteriores han descartado estas hipótesis, al no coincidir ninguno de estos fenómenos con la época de Herodes.

Con la llegada de la Edad Moderna se produce un cambio de concepción sobre la estrella de Belén abanderado por el alemán Johannes Kepler (ss. XVI-XVII) a quien se le atribuye una nueva hipótesis: la conjunción planetaria.

Entre 1603 y 1604, Kepler divisó una inusual triple conjunción planetaria de Marte, Júpiter y Saturno, algo que sucedía, según calculó Kepler, cada casi 800 años. Sin embargo, no fue hasta el 10 de octubre de 1604, que pudo verse una nueva estrella dentro de la conjunción.

El astrónomo alemán la estuvo estudiando durante un año, el tiempo que fue visible. Estos hallazgos fueron compilados en un libro, titulado De Stella Nova in Pede Serpentarii, que fue publicado en 1606.

Para el astrónomo alemán, el astro que siguieron los Magos era el equivalente a la Nova Stella que apareció junto a la gran conjunción que él vio. La unión de planetas, en ambos casos, habría actuado como un heraldo, un fenómeno que anunció lo verdaderamente importante: la estrella.

Tanto los cálculos actuales como las fuentes antiguas recogen la existencia de una gran conjunción planetaria de Marte, Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis en el año 7 a. C. ¿Podría ser este suceso la famosa estrella? Estudios contemporáneos intentan responder esta pregunta.

En 2014, se celebró una conferencia en la Universidad de Groningen (Países Bajos) sobre la estrella de Belén titulada The Star of Bethlehem: Historical and Astronomical Perspectives. A Multi-disciplinary Discussion ("La estrella de Belén: perspectivas astronómicas e históricas. Un debate multidisciplinar"), la primera conferencia científica internacional interdisciplinaria sobre la historia bíblica de los Magos y la estrella de Belén.

Además de la triple conjunción del año 7 a. C., otra hipótesis se tiene en cuenta es la inusual alineación de los cinco planetas conocidos con el Sol y la Luna en Aries el 17 de abril del 6 a. C. Cualquiera de estos sucesos podría haber sido nuestra estrella, pues el significado astrológico era muy potente.

La referencia a la estrella de Jesús como "su estrella" tiene sentido como una referencia al planeta Júpiter, presente en ambas hipótesis, al igual que Saturno, el planeta más importante en la cultura judía –como demuestra el vínculo entre el sábado (Shabat en hebreo) y Saturno (Shabbetai en hebreo)–.

Además, concretamente para la alineación, según las teorías astrológicas grecorromanas, que se encontrase en la constelación de Aries podría interpretarse como un nacimiento real en Siria (Judea), siendo Aries lo que indicase el lugar al que los Magos debían dirigirse.

Aun así, la unión y separación de la triple conjunción planetaria puede corresponderse con la estrella de san Mateo que reaparece, les guía y se para, algo de lo que la alineación carece.

Quizá el problema de que ninguno de los sucesos encaje es que san Mateo toma características de ambos para describir su estrella. Debido a su proximidad en el tiempo, no es descabellado pensar que la triple conjunción anunciara en un primer momento este nacimiento real y fuese la alineación la que concretase el lugar donde se produciría, sirviéndose los Magos de la información de ambos fenómenos.

En conclusión, a partir de los datos de los que disponemos a día de hoy, la hipótesis que tiene más fuerza es la unión planetaria (ya sea la conjunción planetaria del año 7 a. C. o la alineación planetaria en el año 6 a. C.). Sin duda, ambos fenómenos tuvieron la importancia suficiente como para llamar la atención de los Magos de Oriente.

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