Una galopada que certifica el fin de una era

El Real Madrid se llevó la Copa del Rey en Mestalla tras imponerse 1-2 al FC Barcelona. Di María abrió el marcador en una contra vertiginosa y volvió a ser determinante. El Barça, que apenas inquietó a Casillas, empató por medio de un cabezazo de Bartra. A cinco minutos del final, la mejor carrera de la historia culminó con el 1-2 de Bale. Neymar mandó al palo el empate.

17/04/2014 | Sergio Martínez | Fn

El Madrid certificó la evidencia. El final del F.C. Barcelona invencible es un hecho desde hace semanas (ya daba síntomas hace meses), pero la victoria en el Bernabéu había extendido una fina capa de distracción que dio esperanzas a muchos blaugranas. Sin embargo, la forma de caer en Champions, perder en Granada y ser derrotados ante el Madrid ha certificado el peor final posible para un ciclo culé que ha sido, es y será el mejor de la historia culé.

Muchos en Barcelona veían la Copa del Rey como la tabla de salvación de un equipo acabado en una temporada nefasta. El canto del cisne que espera su final mientras agoniza antes de dar el último suspiro. Tuvo un refuerzo inesperado, Marc Bartra, que finalmente pudo jugar. Fue la luz de un equipo lleno de sombras, muy alejado ya de la brillantez y la precisión que marcaron una época.

En Mestalla se jugó el partido que quiso el Real Madrid. Con Isco al mando en el centro del campo, y con Xabi Alonso y Modric discretos pero correctos, los blancos pudieron manejar los tiempos. Sabiendo de la debilidad del Barça atrás y de su inoperancia arriba, eligió qué bloquear en cada momento. Al principio, fustigó a la defensa con balones en profundidad y contras fulgurantes. Era muy fácil: buscar la espalda de Alves era lo más fácil del partido, y tras hacerlo esperaba un amplio espacio en el que correr libremente.

Así llegó el primer gol blanco, en un contraataque fulgurante del que ningún defensa azulgrana se enteró hasta que el balón estuvo en la red. Isco robó la pelota, y en tres toques Di María se encontró con 40 metros para correr tras un gran pase de Benzema. No le costó mucho encarar a Pinto y superarle, aunque el portero tocara el balón. Sólo once minutos hicieron falta para cavar el hoyo culé.

Tras ese tanto, el Madrid marcó los tiempos del partido como quiso. Entregó la pelota al Barça, sabiendo que podría controlar sus débiles embestidas a través de la solidez y la solidaridad defensiva. Con dos líneas de cuatro muy marcadas, maniató a un equipo que ya no conoce lo que es el desborde, y que cada vez tiene menos ocasiones de gol. La prueba es que Iker Casillas intervino una o dos veces, y ninguna para evitar un gran peligro.

Si el equipo de Ancelotti (de nuevo lento con los cambios) hubiera tomado las decisiones adecuadas en ataque, estaríamos hablando de otro resultado mucho más llamativo. El caos defensivo en el que están sumidos los azulgranas provoca que cada vez que el rival pasa del centro del campo la afición se eche a temblar. La incapacidad de Dani Alves en defensa es cada día más preocupante, y la sustitución de Jordi Alba al descanso por molestias acrecentó el terror en la retaguardia.

Pero no todo iban a ser malas noticias en la final para los de Martino. Hubo un rayo de esperanza, un clavo al que agarrarse con todas las fuerzas. Un clavo llamado Marc Bartra. Él fue el que llevó más peligro, primero con un tiro lejano y luego, tras ser anulado un gol legal al Madrid, con el tanto de cabeza a la salida de un córner que puso el 1-1.

Es curioso que un equipo en el que nadie mide más de 1,75 sea capaz de marcar un gol de cabeza en un córner ante defensas como Ramos y Pepe, pero sucedió. Un cabezazo espléndido que resultó imparable. El tanto dio ánimos a los culés, que se vinieron arriba intentando superar unas líneas defensivas casi perfectas del Madrid. Algo que nunca sucedió, y que nunca estuvo en las botas de Leo Messi. De nuevo, el antiguo emblema del Barça, el hombre que ganaba los partidos en un destello brutal y fulgurante, no apareció. En un estadio repleto, con todos los focos y cámaras apuntándole, nadie pudo verle. Apareció más en pantalla Cristiano Ronaldo desde la grada que él. El Mundial dictará si la ausencia del genio es por voluntad propia o porque realmente tiene un problema.

Y de repente se paró el tiempo. Una recuperación (sobre Alves, por cierto) provocó un pase de Coentrao a Gareth Bale. Y el reloj frenó rápidamente su velocidad para dejarnos disfrutar del mejor gol de la temporada. Una exhibición de fuerza, velocidad y calidad. Sesenta metros de carrera enfurecida que Bale recorrió sin pestañear, en apenas unos segundos. Tras superar el empujón de Bartra, que le mandó fuera del campo. Dio igual, porque es imposible frenar un AVE cuando está a máxima velocidad. Tres segundos después, el central culé estaba unos metros por detrás, viendo impotente cómo el velocista galés batía por bajo a Pinto con un fino toque de calidad.

Era el minuto 85 cuando Bale hizo ese derroche físico que provocó la admiración de todo el mundo, sea del equipo que sea. Una exhibición que estuvo a punto de ser neutralizada cinco minutos después, cuando Neymar tuvo la mejor ocasión de su equipo. Un tiro fácil que superó a Casillas por su izquierda y que todo el mundo cantaba como gol. Pero hay un factor importante a tener en cuenta: si Iker está en la portería, no des nada por sentado. Todos sabemos ya que la suerte del portero es legendaria, y marca la diferencia entre él y el resto. El tiro de Neymar acabó rebotando contra el palo y, de entre todos los destinos posibles, tanto amigos como enemigos, fue a parar a las manos del guardameta. La buena estrella de Casillas también intervino. Siempre lo hace en los partidos importantes.

Si el gol de Bale supuso la tapa del ataúd culé, el fallo de Neymar puso los clavos para cerrarlo definitivamente. Después, llegó la fiesta madridista con Sergio Ramos sacando el capote de Raúl y con Arbeloa e Iker acordándose de Jesé, que todavía está en Alemania. La Copa del Rey ya está en las vitrinas blancas, y todavía tiene sitio para Liga y Champions esta temporada. Dos retos sumamente difíciles que, pese a todo, aún están al alcance. Ancelotti puede hacer historia en su primer año.

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