La oscura alma del poder

Cuando el gobierno de un país sufre una crisis de identidad con el pueblo al que representa tan grande como la que vive España, surgen de sus entrañas algunos "personajillos" capaces de crispar el ambiente con extrema facilidad.

23/04/2014 | Félix de Blas Martín

En ese plano el gobierno español encuentra su máximo exponente en la figura de Cristóbal Montoro, ministro de posición difícil aunque con una oscura manera de comunicarse, algo que sin duda es claro de reflejo de la kilométrica distancia que separa al ejecutivo de Mariano Rajoy de la realidad de su pueblo.

Desde la privilegiada posición que le da su púlpito ministerial, Montoro ha incendiado las entrañas de prácticamente todas las clases sociales a las que se ha querido referir. Esta fatídica estrategia, lejos de conseguir objetivo alguno, ha enemistado al ejecutivo de Mariano Rajoy con actores, productores y directores de cine, cáritas, periodistas y con el resto de españoles de clase media a los que en ningún momento ha dudado en llamar “defraudadores”.

Sin duda alguna la impopularidad y la valentía de las palabras que supuran de la boca de este ministro, duelen al pueblo, duelen al parado de larga duración, a los jóvenes que ven oscurecer su futuro, a los voluntarios de cáritas y a media España en general, duelen a todas aquellas personas que sufren la crisis sin merecerlo.

Ignoro cuales son la intenciones de este señor cuando llama mentirosos a Caritas, cuando llama defraudadores a los españoles o cuando anuncia a bombo y platillo reformas fiscales que ya se aplican o ya se anunciaron hace tiempo.

Sea cual sea su propósito, cada vez que comparece ante los medios por la razón que sea, muestra un grado de improvisación y descaro que asusta en el Ministro de Hacienda de un país como España.

No señor Montoro, la gente no defrauda más que los políticos, los sueldos no han subido, los impuestos no han bajado y España, por mucha música que nos quiera vender, no se está recuperando.

Sorprende e insulta que el señor Montoro hable con esta desfachatez del fraude fiscal y del dinero en B que mueve el pueblo, cuando en realidad su casta política está concebida en el seno de un partido político con el escándalo de corrupción más grande conocido.

El pueblo merece mejores políticos al mando, personas que miren a la cara a la gente que gobiernan y abandonen risas siniestras para hablar de temas tan serios como el fraude, impuestos o la alta tasa de paro.

Me gustaría que llegara el día en que un representante del gobierno de este país pusiera su cara ante los medios de comunicación, fuera sincero y no dejara la sensación de haberse reído de las personas a las que gobiernan, solo así quizá podríamos volver a creer en que la democracia es algo más que una palabreja perdida entre las páginas de la constitución.

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