Consecuencias y realidades

No saber medir las consecuencias de un desastre político puede ser reflejo de dos cosas, orgullo desmedido o ceguera generalizada. El resultado de las últimas elecciones generales se ha desmarcado como un síntoma inequívoco de ambas cosas, según en qué bando sitúes tu propia realidad.

29/05/2014 | Félix de Blas Martín

Las reacciones a los resultados electorales, han sido una vez más muestra de que la realidad que se vive en un escaño es diferente a la que se palpa en las calles, con el ciudadano medio.

Desde el Partido Popular se han refugiado en su “particular” visión de los resultados, encallándose en el discurso de la victoria, que aun si bien es cierto deja de lado la evidente pérdida de votos progresiva que tiene el PP. Analizar este dato sería convertir una fiesta en un velatorio, y eso no estaría bien visto dada la alegría que se vive en las calles.

Sin embargo, en el PSOE, a pesar de reconocer la derrota y la evidente pérdida de votos, la verdadera imagen que queda es la total y absoluta falta de credibilidad a nivel nacional y europeo que arrastra, esa es la verdadera “herencia de zapatero”. Querer liderar el cambio con políticos añejos y de caducidad pasada, es no querer darse cuenta de lo que la gente necesita

No obstante, sorprende ver como concejales de municipios como Fuenlabrada celebran la victoria testimonial del partido socialista en la localidad, sin darse cuenta de la pérdida de votos que han sufrida, tanto a nivel nacional como local. Aunque si bien es lícito pensar que simplemente ven aquello que quieren que veamos.

Estos y otros muchos desastres electorales, como el sufrido por UPyD o CIU, miden con claridad el nivel de disconformidad de las personas que día tras día demuestran a su manera que aquello que unos cuantos llaman democracia, solo sirve para alimentar a unos pocos y perpetuar a otros.

El colmo de lo absurdo llega cuando todos aquellos responsables de la miseria y crisis del estado, unen sus esfuerzos para clamar y crucificar a alguien que simplemente no ha tenido tiempo en equivocarse, olvidándose que ellos llevan muchos años haciéndolo.

El frente común organizado contra la figura de Pablo Iglesias y su partido PODEMOS, raya lo absurdo y es un claro insulto a la ya demacrada constitución de la que tanto se presume. Se olvidan de que su presencia en el panorama político es la consecuencia del malestar de las personas con gobernantes y diputados, así como el resultado de un proceso democrático, y aunque solo sea por eso merecería un margen de respeto.

Las urnas han hablado y como siempre los políticos y gobernantes han escuchado lo que les ha dado la gana.

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